La extensa e improvisada transmisión del Consejo de ministros esta semana demostró que el gobierno no solo enfrenta una profunda fractura interna, sino que su incapacidad para ejecutar y sacar adelante al país está estrechamente ligada a un gabinete conformado por una combinación sin precedentes de personas inexpertas y otras que no asumen con la responsabilidad y entereza necesarias la gestión de sus cargos.
Esta sesión, que en ningún caso debió ser transmitida, le ofreció al país una imagen imborrable: un presidente sin control ni liderazgo sobre su equipo, que desconoce –o desconocía– cuáles han sido los logros o políticas desarrolladas en cada una de las carteras, y un gobierno que, en síntesis, está a merced de la improvisación y de los anuncios del presidente en X.
Según un análisis de La Silla Vacía, el presidente habló durante el 68 % del Consejo de ministros televisado. Sin embargo, en todo ese tiempo que pudo haber empleado para dar directrices concretas y realistas a su gabinete, o para trazar una hoja de ruta ante la crisis en el Catatumbo, lo desperdició en sinsentidos, frases y comparaciones que nadie entiende ni tiene por qué entender.
Entre sus declaraciones más polémicas y preocupantes estuvo su respuesta a la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, cuando afirmó que “existen feminismos que matan al hombre”, una frase que evidencia que la supuesta apuesta progresista de este gobierno, una vez más, excluye a las mujeres, y que el feminismo es un concepto ampliamente ignorado o desconocido por el presidente, incluso en las más altas instancias del gobierno.
Sin embargo, quizá la afirmación más reveladora de esta sesión –protagonizada por los principales actores del gobierno nacional – fue la de la vicepresidenta Francia Márquez, quien advirtió que su gente estaba mejor antes de que ella llegara a formar parte de este gobierno.
Colombia nunca había vivido en medio de tanta incertidumbre generada por el mismo gobierno, tal nivel de descoordinación y de burla. Finalmente, lo que se ha perdido, además del terreno que se había abonado para la paz, la seguridad y el desarrollo económico, es la seriedad –al menos al nivel del gobierno nacional– con la que se abordan los problemas graves del país, que son muchos.
Recuperar la confianza, la templanza y la unidad no solo será un reto para este gobierno, sino también para el que lo suceda, porque la imagen que se proyectó dejará una profunda huella de improvisación, confrontación y falta de dirección.
La desinstitucionalización del Estado, la politización de cada decisión y la ausencia de liderazgo han erosionado la credibilidad del gobierno ante la ciudadanía y los sectores productivos. Ojalá el próximo gobierno tenga como eje central la agenda de desarrollo del país y logre conformar, más allá de las figuras que individualmente le resulten convenientes, un equipo comprometido y decidido a trabajar por Colombia.
@tatidangond