Por mi formación científica, a la cual he dedicado más de la mitad de mi vida, creer en temas ficticios, virtuales y llenos del realismo mágico –al cual nos tienen acostumbrados los literatos, religiosos, filósofos y pensadores– es muy difícil creer en seres con poderes sobrenaturales, que en el cielo tienen funciones que desconocemos y que ejecutarán como tal, según su libre albedrío. Tienen alas y son de una belleza radiante. Pero no todo es imaginación.
Desde la muerte de mi hija Andrea, cuando tenía cinco años y medio, sentí que, así como me llegó un dolor profundo, incomparable y devastador, apareció una fuerza que al fin con María Clara pudimos utilizar. Andrea fue el primer ángel que conocí, porque con su gran fuerza nos impulsó a hacer la fundación que hoy lleva su nombre, si no es por ella nunca la hubiéramos hecho. Decidimos poner un gran espacio de nuestras vidas en función de los demás. Escogimos a los niños con cáncer, porque ellos se nos parecen siempre a Andrea, cuando sufren, cuando ríen, y aún cuando se curan o mueren. Quisimos, y seguimos deseando, darles a estos niños lo que a Andrea nunca le faltó: apoyo y cariño permanente. Para que se curen o se vayan, sin sufrir, sin dolor, y rodeados siempre de amor y alegría, que los pueda mantener en ese mundo infantil, rodeado de juegos y fantasías, donde la enfermedad no debería existir.
Como otra prueba de la existencia de los ángeles apareció Olgui, ángel No. 2. Una mujer valerosa que en medio de su enfermedad se unió a nuestro sueño, ayudar a tantos niños enfermos, que además de sufrir estas enfermedades son pobres, no tienen para los pasajes, la ropa, la alimentación, la educación y menos juguetes. Su familia perpetúa sus deseos y permanece unida con nosotros en la Fundación.
Como si fuera poco, nos llegó Michel, nuestro ángel No. 3, que se fue tan rápido que pensamos que podríamos olvidarla. Pero su corta estancia dejó una estela de amor indescriptible, su entrega total a acompañar nuestro proyecto sigue viva con su familia.
La Fundación Andrea y Vanessa, ahora Fundación Casa Hogar Andrea, creada para apoyar la lucha contra el cáncer infantil, tiene una fuerza especial emanada de Andrea, Olgui, Michelle y todos aquellos quienes a través de una fuerza avasalladora nos han dejado una huella imperecedera, que nos impulsa a continuar una lucha, solo posible gracias a la colaboración de una gran cantidad de personas que de una u otra forma, demuestran que sí existe la solidaridad y el deseo de ayudar a quienes nos necesitan, aquellos que por circunstancias de la vida no tienen recursos para enfrentar enfermedades graves de alto costo, a pesar de que la Constitución así lo establece.
Vencer tantos obstáculos solo será posible con una respuesta digna de nuestra comunidad, bajo la iluminación de estos acompañantes espirituales. El Estado ha sido incapaz de resolver cada vez más los problemas de la salud en Colombia, no tiene definidos ni siquiera los objetivos de una atención humanitaria, y mucho menos cumple con la obligación de dar salud a todo aquel que la necesita. El Gobierno deja que las EPS incumplan su obligación de suministrar hogar, alimentación, transporte, educación y sobre todo cariño, a esta población de niños, quienes además de sufrir enfermedades de grave impacto sobre su calidad de vida, son sometidos a paseos de la muerte y no reciben los tratamientos en forma oportuna y efectiva.