El país no descansa. En dos semanas, hemos vivido dos episodios que evidencian la improvisación y la crisis inducida a la que el gobierno nos sigue llevando.

Hace poco más de una semana se anunció la cancelación de 100 vuelos por falta de combustible, seguida del paro camionero, que afectó notablemente la economía del país. Así, todas las semanas se presenta una nueva crisis creada o mal administrada, sin dar tregua a los colombianos.

En cuanto al paro camionero, está claro que la eliminación gradual de los subsidios al ACPM es una decisión seria y responsable, orientada a aliviar el déficit fiscal generado por el Fondo de Estabilización de Precios de los Combustibles (FEPC). El FEPC se creó con el propósito de mitigar las fluctuaciones de los precios internacionales del petróleo en el mercado interno, subsidiando el combustible cuando los precios internacionales subían. Por supuesto, ninguna medida que busque la eliminación de estos subsidios sería del agrado del sector del transporte de carga, algo que no es nuevo para Colombia y que es muy común en la región, en países como Brasil, México o Chile, donde la eliminación de estos, aunque sea gradual, enfrenta una alta resistencia política y de ciertos grupos de interés.

Ese es el riesgo natural de los subsidios: una vez otorgados, eliminarlos, aunque sea gradualmente, parece misión imposible. Dicho esto, la crisis era previsible, y una decisión en este sentido iba a generar oposición. Lo que quedó claro con el acuerdo que finalmente levantó el paro es que el problema no se resolvió desde la perspectiva fiscal, pues, tal como estima el exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas, este problema seguirá costando al país 10 billones de pesos al año, en un momento de vacas flacas. Pero todo esto es resultado de un gobierno que no tuvo una estrategia ni para tomar una medida correcta ni para hacerla valer. El acuerdo al que se llegó, aunque nos da alivio tras la tormenta, nos saldrá muy caro. Y mientras todo esto sucede la intención del gobierno es que se apruebe una nueva reforma que aumentaría la carga tributaria para los ciudadanos, quienes ya están bastante agobiados con el manejo de los recursos públicos.

El país está cansado y exhausto de tantas crisis. No hay una alegría que venga desde lo público, y a pesar de que se ha pedido al gobierno que tome el liderazgo del país, lo que nos queda de esta semana, además de los estragos del paro, es una alocución presidencial que pasará a la historia como la más incoherente de todos los tiempos.