La realidad del acceso al agua en Bogotá es bastante crítica. Parece que, aunque se debieron activar activar alertas tempranas, incluso desde la administración de Claudia López, los habitantes de la ciudad no comprenden completamente la magnitud del problema. Si el país, incluyendo Bogotá, exige a sus dirigentes públicos prudencia y coherencia en la gestión de los recursos públicos, así como madurez en el ejercicio del poder, lo mínimo que se espera es coherencia en el comportamiento ciudadano. Por supuesto, nadie quiere quedarse sin agua temporalmente, pero si el plan adoptado busca prevenir un problema mayor, es fundamental que las personas adopten una posición responsable y comiencen a racionalizar el uso del agua. Ojalá esta crítica situación nos lleve a comprender mejor la administración del agua como un recurso escaso que debe cuidarse incluso en tiempos de normalidad. El verdadero dilema no está en bañarse o abstenerse de hacerlo, sino en adoptar un enfoque sostenido, no solo durante las 24 horas en que su zona esté sin suministro.

Tal como lo describe el alcalde Carlos Fernando Galán, el nivel de los embalses está en los más bajos desde que comenzaron a operar en los años 80. La meta de la administración en cuanto al ahorro de agua en Bogotá es reducir el consumo a 15 metros cúbicos por segundo. Este esfuerzo forma parte de una estrategia para manejar la situación crítica de los embalses y asegurar un aumento en los niveles de agua almacenada en el sistema Chingaza, con el objetivo de alcanzar el 75% de su capacidad al final del año.

La solución a la escasez de agua no consiste en llenar tanques o recolectar más agua de la necesaria para las necesidades básicas, ya que precisamente el objetivo de esta medida de racionamiento es conservar agua, no gastarla excesivamente o desperdiciarla por desconocimiento o imprudencia. La ciudadanía debe vigilar cuál ha sido la política de gestión de los recursos ambientales y entender por qué Bogotá ha llegado a este punto crítico, sin que se haya comunicado efectivamente esta inminente crisis. Esta situación también se observa en otras grandes metrópolis como la Ciudad de México, donde el escenario parece ser aún más complejo que en la capital colombiana. Según estudios del proyecto The Future We Don't Want, se anticipa que para 2050, 685 millones de personas en aproximadamente 570 ciudades tendrán un acceso reducido al agua potable. Debemos enfrentar el futuro con responsabilidad y seriedad, comenzando por la gestión del agua en Bogotá.

@tatidangond