En días pasados EL HERALDO publicó en grandes caracteres que el 46% de las personas habilitadas para ejercer el voto son abstencionistas, no cumplen ese deber ciudadano y por tanto se niegan a sí mismas el inefable derecho de decidir quién los gobernará y quiénes los representarán en los cuerpos colegiados donde se decide el destino de su dinero, captado sin compasión por los entes destinados a recaudar impuestos.
Sí, digo su dinero porque todo lo que el Estado gasta e invierte a través de los funcionarios de sus tres ramas, todo, absolutamente todo, sale de los bolsillos de la ciudadanía.
No se llamen a engaños, somos quienes pagamos los contratos con sus coimas de las buenas y necesarias obras y de las absurdas e inútiles que luego llamamos elefantes blancos, los gastos de representación y los salarios de toda persona relacionada con el sector público y hasta el tinto que se reparte en sus oficinas. Añadan los cargos abusivos por concepto de celebraciones de las saperías de los dependientes de cada jefe que suele salir de la caja menor: el pudín del cumpleaños, la gaseosa o el vinito para acompañarlo; los almuerzos de trabajo en la oficina de dirección; la gasolina del vehículo asignado tanto como sus reparaciones tecnomecánicas e ídem las revisiones e impuestos (incluye servicios prestados a la familia del funcionario).
Y podría seguir enumerando los gastos que pagamos cada año para que quienes dirigen cada municipio y el departamento conserven intacto su salario. ¿Renuencia y decisión de que esto no se haga? Sí ha habido algún caso, pero no por mucho tiempo porque secretarias y los jefes secundarios muy hábilmente les quitan ese resquemor de conciencia con un terminante “eso siempre se ha hecho así”.
Porque, entre otras vainas, cada uno de esos tiene su porcentaje o comisión de todo proveedor: créanme, hasta del que vende agüa’ e coco en la esquina. Ya no hablemos del kardex de grandes proveedores a los que obligatoriamente hay que comprarles desde lo público los bienes mayores, que suelen ser figura luminosa de algún político dueño de esa dependencia (gobernabilidad que llaman). Siempre ha sido así porque los primeros en desconocer que son idiotas útiles son quienes trabajan en el sector público y atacan el erario como si sus fondos vinieran de papá Noel y no hubiera que pagarlos del bolsillo de todos.
Por eso invito a ese 46% de abstencionistas a que salgan hoy a depositar su voto por quien crean recto, transparente y tengan la seguridad de que tiene intención inquebrantable de trabajar por la ciudad, rechaza frontalmente el soborno, jamás recibió una comisión por cumplir con su trabajo, es incapaz de comprar un voto y se conformará con el salario del cargo. Sé que no es tarea facil hallar a esas personas correctas, pero tenemos en nuestro haber el que las actuaciones de los corruptos de siempre son vox populi ya que son tan pero tan canallas que se vanaglorian de sus abusos y han hecho de ellos un paradigma en una sociedad cada vez más envilecida por el dinero como único don para sobresalir y ser respetable. ¡Qué asco!
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