Resulta por lo menos curioso el debate que se ha desatado en torno a las opiniones de Vicky Dávila y sus posiciones desde la dirección de la revista Semana. Se rasgan muchos las vestiduras, exigiendo que la periodista Vicky Dávila sea “clara” sobre si tiene, o no, intenciones de hacer política. Sus críticos basan esta exigencia en el hecho de que ha sido contundente y sin doble moral al expresar sus posiciones frente al gobierno de turno, lanzando propuestas en temas tan variados como la justicia y la economía. Incluso, ha sido incluida en encuestas políticas con resultados favorables.
Pero ¿cuál es exactamente la crítica?, ¿De dónde proviene esta furia?, ¿Acaso no es esto lo que hacen muchos otros periodistas y opinadores desde sus tribunas en medios de comunicación? La pregunta que subyace es si el valor ético o periodístico de un comunicador se mide por la afinidad o la oposición al gobierno de turno. ¿Son aquellos que critican al gobierno desde sus columnas, programas radiales, o redes sociales más legítimos que los que lo apoyan, o viceversa?
Debemos preguntarnos, ¿Por qué tanto temor? Si estamos en una democracia y precisamente quien eventualmente elegiría a los candidatos es el pueblo Colombiano. Si ella es todo lo que sus detractores dicen que es, ¿Por qué atacar con tanto odio? Si bastase tan solo por no votar por ella, en el caso donde decida efectivamente participar en política.
Este debate también pone de relieve una doble vara que se aplica en el periodismo colombiano. Mientras que a algunos periodistas se les permite abiertamente apoyar causas políticas o asumir posturas ideológicas sin que esto genere controversia, a otros, como Vicky Dávila, se les condena por ejercer su derecho a opinar y proponer. Esta selectividad en la crítica refleja un sesgo en cómo se percibe la independencia periodística, que parece estar más condicionada por la simpatía hacia determinadas ideas que por la verdadera defensa de la pluralidad de voces. Así, la discusión no solo es sobre la figura de Dávila, sino sobre cómo entendemos la libertad de expresión en el periodismo.
Tal vez la verdadera incomodidad radica en que Vicky Dávila, a diferencia de muchos, parece transmitir lo que la gente quiere oír, y eso la pone en una posición que podría traducirse en un eventual paso a la política. ¿Será que el temor de sus críticos es que Dávila logre lo que ellos desean, pero no pueden alcanzar: la conexión con el público, que podría eventualmente traducirse en un poder político real? Es un debate que revela más sobre los miedos y las aspiraciones de quienes lo plantean, que sobre las intenciones de la periodista en cuestión.