Declaraciones con fusiles, desde cualquier lugar de las montañas, camuflados o vestidos de verde, militares chachos hombres de la guerra, amenazantes, determinados, armados, dispuestos a hacer la revolución que nunca dieron para hacer mientras iban dejando cuerpos destrozados por todos lados, de los otros bandos, de civiles y de ellos mismos, de ellos mismos que no eran más que muchachos que también nos dolían, porque eran nuestros, colombianos y colombianas que se merecían otro camino. Y fue una guerra tan desesperanzadora que nunca la perdieron ni nunca la ganaron, pero que mientras fueron temidos adversarios también fueron responsables de que los gobiernos y los paramilitares – que muchas veces fueron exactamente lo mismo- estigmatizaran a los movimientos sociales y con el nombre de las Farc le pusiera etiquetas arbitraria a luchadores sociales, a estudiantes, a campesinos, a periodistas y a todo aquel al que se les dio la gana.

Verlos allí de nuevo, a los que están, que hay que decirlo varias veces, no son todos. Verlos allí a los que están, no significa que las Farc volvieron al monte. Significa que una neofarc se conforma y se une quizá con las disidencias y no se estima ahora mismo su condición de lucha, su capacidad militar y el tipo de violencia que se derivará. Las razones que exponen, claro, en gran parte, tienen que ver con un gobierno enemigo del proceso de paz, que ha incumplido con su implementación de la manera más descarada. Sin embargo, sus razones no justifican sus métodos, La violencia, está científicamente comprobado en este país, es el método con el que perdemos las mayorías, sobre todo las mayorías de clases populares y campesinas, mientras unos pocos, muy pocos, aprovechan las balas y el terror para quedarse con la tierra y aumentar sus latifundios y sus negocios de industriales sin ensuciarse las manos de tierra y, aparentemente, tampoco de sangre. Hay que decir que sí hay incumplimientos en la implementación del acuerdo de paz por parte del gobierno, pero también es cierto que hay unas condiciones estatales, en la sociedad civil, en el congreso, en algunos medios de comunicación y en la comunidad internacional que han estado dispuestas a generar garantías democráticas para salvaguardar la paz.

Lo de estos señores Santrich e Iván Márquez ya no convoca a nadie. Los únicos que reciben esto como una gran bocanada de oxígeno son los sectores de ultraderecha, que siempre han preferido la guerra a una paz imperfecta. Los supuestos enemigos naturales se sirven el país como una porción de lechona en un acto egoísta. Heroísmo hay en los desmovilizados que pese a este nefasto, acéfalo e hipócrita gobierno, siguen en su compromiso por la paz. Heroísmo hay en una sociedad civil que pese al desconcierto y la desesperanza de estas noticias, llora intensamente un jueves en la mañana y en la noche, antes de irse a dormir, ya repite una vez “para la guerra nada” y tiene la consciencia que la militancia más valiente y comprometida de este momento histórico es defender la paz y exigir las justas garantías a quienes dejaron las armas y se mantienen en ese propósito. Ningún pendejo con un fusil al hombro nos convencerá de lo contrario, del bando que sea, porque la paz es nuestro derecho constitucional.

@ayolaclaudia
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