Cartagena, en los próximos veinte años, habrá cambiado su aspecto de ciudad colonial y amurallada y podría convertirse en una nueva Venecia inundada por todos sus costados, como consecuencia del aumento del nivel del mar, derivado del derretimiento del Ártico y el Antártico. Y si le agregamos a este pronóstico, la actual desaparición de nieve en los picos de la Sierra Nevada de Santa Marta y las avalanchas lluviosas de la ciudad de Mocoa, podremos convencernos de la existencia del fatídico cambio climático originado por el calentamiento global y producto de las actividades humanas. Según Jeffrey D. Sachs, autor del libro La Era del Desarrollo Sostenible, nunca ha existido un problema económico global tan complicado como el del cambio climático, y se califica como el más difícil de solucionar si no se cumplen los pactos mundiales como el Acuerdo COP21 de París, firmado en diciembre del 2015. Sobre todo, si cada país firmante no procede a ejecutar lo prometido en París y olvida una de las Metas de Desarrollo Sostenible aprobadas en Asamblea de la ONU en el mismo año 2015, que obliga a todos sus miembros a tomar de manera urgente las medidas necesarias para combatir el cambio climático y sus impactos.
Esta Meta hace énfasis tanto en la mitigación o reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (los generadores del calentamiento global), como en la adaptación de los humanos. Además, solicita a los países de altos ingresos (como Estados Unidos) que ayuden financieramente a todos los países en desarrollo con cien mil millones de dólares por año para financiarlos en sus planes de confrontación del cambio climático.
Pero este fenómeno, originado en las actividades de nosotros los humanos, no lo quiere creer ni apoyar Donald Trump, actual presidente de los Estados Unidos, que ha hecho pública una escandalosa reculada para que su poderosa nación, gran productora de dióxido de carbono y otros gases provocadores del cambio climático, no se vea obligada a cumplir lo firmado en París. Trump, además de ser un incrédulo sobre este fenómeno ambiental amenazante, no quiere comprometerse financieramente en la ayuda para que los países pobres o de bajos recursos comiencen a implementar medidas de mitigación y adaptación. Podría decirse que, con esta ‘trompada’ que le asesta al cambio climático ha causado una enorme decepción para los esfuerzos mundiales que se vienen programando por las naciones firmantes del Acuerdo de París. Alemania, Francia y China han reaccionado en contra de las decisiones del presidente Trump, y tienen la firme intención de cumplir el Acuerdo de París y, como algo significativo, varios ambientalistas destacados y que escriben comentarios en la prensa han calificado a Donald Trump como un hombre desquiciado y fuera de lugar. Estos comentaristas de la prensa y algunos científicos del mundo, que están a favor de los planes inmediatos para mitigar el fatídico fenómeno, lo han criticado fuertemente y lo han tildado de enemigo del planeta y de “sociópata”.
Jeffrey D. Sachs, citado anteriormente, lo ha dicho: “La decisión del presidente Trump no solo es peligrosa para el mundo, también es sociopática. Trump está infligiendo daños a terceros deliberadamente y sin ningún remordimiento”. Manuel Rodríguez Becerra, ex ministro Ambiental, escribió recientemente: “Trump, enemigo del planeta. Con su decisión estaría renunciando a que EE.UU. lidere la tarea de combatir la mayor amenaza enfrentada por la humanidad en su historia”.
Luis Gilberto Murillo, actual ministro, también lo ha comentado: “Nos unimos al sentir de algunas ciudades de Estados Unidos como Nueva York, Pittsburgh y Los Ángeles, que a través de sus representantes han manifestado su apoyo al acuerdo. Aunque la salida de EE.UU. del tratado, al ser el segundo país que más emite gases de efecto invernadero, puede dificultar el avance en el cumplimiento de la meta global”. Y, por último, Manuel Guzmán Hennessey, profesor de la U. del Rosario, escribe: “Si él no se ha dado cuenta y mantiene su gesto desafiante y su estulta argumentación para retirarse del Acuerdo de París, estamos frente a un caso clínico que confirma una sospecha de muchos: Trump no está bien de la cabeza”.