Casi un año después del brutal atentado contra la estación de San José en Barranquilla, que dejó seis uniformados muertos y 47 heridos, la Policía ha vuelto a ser objeto de un despiadado ataque, esta vez en la escuela General Santander en Bogotá, que hasta el cierre de esta edición arrojaba un balance de 21 muertos y 68 heridos.
En estas horas de dolor, de rabia, de zozobra, de confusión, nuestro primer pensamiento es para las víctimas y sus familiares y, por extensión, al conjunto de la institución policial, que nuevamente ha sido golpeada por la barbarie. Todos ellos deben saber que no están solos. Que los colombianos (salvo el puñado de salvajes que siguen abrazando la violencia) sentimos su desgracia como propia. Y que no cederemos un ápice ante el terrorismo por mucho que los criminales se empeñen en provocar sufrimientos y desgarros.
El peor servicio que podemos prestar en este momento al país, y muy en particular a las víctimas del atentado, es enzarzarnos en polémicas sobre si uno u otro gobierno tiene responsabilidad sobre lo ocurrido.
En este momento lo que se impone es la unidad sin fisuras ante quienes pretenden doblegarnos con bombas y tiros. Estos deben tener bien claro que enfrente solo tendrán a una ciudadanía monolítica en su defensa del Estado de derecho y la convivencia.
Los primeros indicios apuntan a que el autor del atentado, José Aldemar Rojas, quien murió en la explosión del carro-bomba, podría tener vínculos con el Eln. Una hipótesis similar es la que se ha barajado con respecto al atentado de enero de 2018 en Barranquilla.
Por supuesto que hay que esperar el desarrollo de las investigaciones antes de establecer con más certidumbre las responsabilidades, pero no hay que desconocer que ese grupo subversivo es hoy uno de los enemigos más activos, junto a un puñado de organizaciones criminales conformadas por paramilitares o guerrilleros que no se acogieron a la desmovilización y delincuentes comunes.
Mientras las investigaciones siguen su curso, nuestra más poderosa arma contra los criminales es, como ya dijimos, la unidad. El presidente Duque afirmó que lo sucedido “es un ataque no solo contra la juventud, ni contra la Fuerza Pública, ni contra la Policía. Es un ataque contra la sociedad”. No podemos estar más de acuerdo. Todos hemos sido golpeados por los miserables.
Y todos debemos actuar con una sola voz en esta hora amarga, de modo que el 17 de enero quede registrado en la memoria colectiva como un día de inmenso dolor, pero también como una fecha en que Colombia demostró sin fisuras su repulsa contra la barbarie.