Durante los cerca de dos años de pandemia, los habitantes de Barranquilla han resultado zarandeados por los embates de esta drástica crisis de alcance global que, en primera instancia, impactó su salud, mientras precarizaba poco a poco la economía local, sobre todo la de los hogares vulnerables. Sus ruinosos efectos, la nueva pobreza y aumento de las desigualdades, que deterioraron significativamente la calidad de vida de buena parte de los ciudadanos, aún prevalecen en distintos escenarios, sumando malestares, agravios e inquietudes sobre el actual momento y, en especial, sobre los que están por venir.
Percepción más que lógica debido a la incertidumbre desatada por los sobresaltos del año electoral que estamos viviendo, a los que habría que añadirle el agobio generado por la creciente carestía, que ha obligado a apretarse el cinturón a niveles casi asfixiantes. Incluso entre quienes están empleados u obtienen ingresos fijos, el dinero alcanza cada vez menos para cubrir las necesidades básicas de las familias. Así que pese a estar inmersos en un proceso de recuperación económica, con una reducción sostenida en la tasa de desempleo – que en Barranquilla y Soledad alcanzó 8,7 % en el trimestre octubre-diciembre de 2021 frente al 12,3 % del promedio nacional– los retos a superar no se ven fáciles ni rápidos.
En este contexto se conocen hoy los resultados de la Encuesta de Percepción Ciudadana Barranquilla Cómo Vamos, que formuló 51 preguntas –asociadas a 13 temáticas– a 1566 personas mayores de 18 años, a través de medios digitales, durante noviembre de 2021. Los coletazos de las crisis pandémicas que agravaron los problemas sociales persistentes en la capital del Atlántico, entre ellas la inseguridad alimentaria, son consecuentes con lo expresado por los consultados que en un 50 % se considera pobre, además un 51,4 % manifiesta haber comido menos de tres veces al día en el último mes por falta de alimentos, en especial entre las comunidades con mayores carencias.
Indudablemente, la pandemia causó un enorme impacto en los medios de subsistencia de grupos poblacionales vulnerables, aumentando su fragilidad socioeconómica, reduciendo oportunidades laborales y disparando la informalidad. Críticos con la realidad que soportaban al cierre de 2021, un 44,7 % de los encuestados indicó que su “situación económica había empeorado o empeorado mucho” en el último año, 27,2 % señaló que había “mejorado o mejorado mucho” y el porcentaje restante precisó que “no había variado para bien ni para mal”.
Recuperar empleo y generar fuentes de trabajo formal, en particular entre los jóvenes para fortalecer la movilidad intergeneracional, son asuntos prioritarios que deben seguir marcando la agenda de los gobernantes locales y de los sectores privados para impulsar crecimiento económico, en tanto se atienden las crecientes demandas sociales y se garantiza la necesaria inversión pública en áreas esenciales como educación, salud e infraestructura.
La “existencia de delincuentes en las calles” cometiendo hurtos y homicidios, delitos que más intranquilizan a los barranquilleros, es otra cuestión que advierte la encuesta. No es irrelevante que el 75,5 % de los consultados digan “sentirse inseguros o nada seguros” en la ciudad, especialmente los residentes en barrios populares. Esta percepción con visos de preocupante realidad tendría que ser valorada de forma recurrente por las autoridades policiales con el propósito de afinar sus estrategias en zonas donde los mismos ciudadanos se quejan por la ausencia de uniformados.
El decisivo 2022 acelera el paso. Tras la salida de la cuarta ola de la pandemia es deseable que se afiance la recuperación socioeconómica de Barranquilla, donde el 36,5 % de los consultados en la encuesta estima que “las cosas van por mal camino”, 29 % señala que “van bien” y 33,9 % afirma que “no van ni mal ni bien”. La opinión ciudadana constituye un insumo clave a tener en cuenta para demarcar tareas en las que todos podemos aportar para recobrar el ánimo, empuje y ganas de construir una mejor ciudad.