Cierto que 2024 ha sido denominado “El Año de Gabo”, por una serie de hechos alrededor de la vida y obra del Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez, entre ellos la conmemoración de los 10 años de su fallecimiento, la publicación de su novela póstuma En agosto nos vemos y el estreno de la serie Cien años de soledad el 11 de diciembre en Netflix.
También lo es que otro hecho literario gestado en nuestro país debe ser resaltado, con bombos y platillos este año. Se trata de la publicación hace un siglo de La Vorágine, la obra maestra del huilense José Eustasio Rivera Salas, publicada en Bogotá por Editorial Cromos.
Esta novela de 340 páginas, con una fuerza lírica única, expone las profundas heridas del alma y la naturaleza de Colombia e invita a reflexionar sobre las tensiones que aún atraviesan nuestra sociedad: la lucha por la justicia, el respeto por los recursos naturales y la vida digna en los rincones más apartados de nuestra geografía.
Rivera, con su pluma reflexiva y poética, denunció hace un siglo las atrocidades de la explotación del caucho en la Amazonía, el abuso hacia los trabajadores y la indiferencia de un país hacia sus periferias.
Hoy, tanto tiempo después, la sociedad colombiana sigue enfrentando una vorágine distinta, pero igualmente devastadora, reflejada en atrocidades como la deforestación, la desatada minería ilegal y la violencia contra comunidades rurales.
Indudablemente el contexto ha cambiado, y no es para menos, pues ha transcurrido un siglo desde que este doctor en Derecho y Ciencias Políticas, egresado de la Universidad Nacional de Colombia, le compartió al mundo la que es considerada por la crítica su obra cumbre. Pero las preguntas que se formuló entonces permanecen más vigentes que nunca: ¿Cómo reconciliarnos con nuestra tierra y con nosotros mismos? ¿Qué lugar ocupa el campesino en nuestro progreso?, e incluso un interrogante que obliga a pensar en aquellos valientes que le apuestan al amor a toda costa.
Este último cuestionamiento se plantea a raíz de que la historia desarrolla la relación de una pareja de amantes, Alicia, una mujer de familia adinerada y el humilde poeta Arturo Cova, quienes se fugan a la selva amazónica en un intento de cristalizar su amor, ese que en la ciudad ha sido catalogado como imposible. A través de ellos, Rivera expone la situación de colonos e indígenas, maltratados y sometidos a un trato inhumano por sus patrones durante la fiebre del caucho, a finales del siglo XIX y comienzos del XX.
La Vorágine nos recuerda que no podemos cerrar los ojos ante las injusticias sociales ni la destrucción de los recursos naturales, porque hacerlo sería ignorar nuestra esencia como nación y despreocuparnos por completo por el territorio que le dejaremos a las futuras generaciones.
Es así como el docente de la Universidad Popular del Cesar (UPC), Adalberto Bolaño Sandoval, investigador sobre la Literatura y la Poesía del Caribe colombiano, invitado por EL HERALDO a reflexionar sobre esta conmemoración literaria, sostiene que “si bien las caucheras desaparecieron o todavía siguen siendo explotadas, en La Vorágine tienen mucha vigencia las actitudes humanas feroces: empresarios del caucho siempre armados que se adueñan de las tierras, secuestran individuos y poblaciones para ponerlos a trabajar y esclavizan a las personas para extraer el caucho. Lo mismo que están haciendo en la actualidad los paramilitares y la guerrilla en cuanto a la explotación de la coca y de la minería ilegal, una forma de arrasar el país. Un paralelismo muy actual”.
En definitiva, en una Colombia que busca la paz y el desarrollo social, la vigencia de este texto es un elocuente llamado a recuperar los valores de humanidad y respeto.
La obra de Rivera, como toda gran literatura, ha trascendido en el tiempo y parece que lo hiciera para tocarnos el hombro a los colombianos y decirnos que los problemas del país se han mantenido sin soluciones desde siglos atrás. Que esta efeméride sea la oportunidad ideal para descubrir, releer y analizar La Vorágine, no como una pieza de museo, sino como un espejo de nuestras luchas y retos para construir una nación donde la selva, los hombres y la justicia no se destruyan, sino que se encuentren en armonía.