Once días después del crucial encuentro de la mesa energética del Caribe en Barranquilla se han dado los primeros pasos para renegociar a la baja los contratos de compra-venta de energía para zonas especiales y barrios subnormales de la región. Este era uno de los compromisos adquiridos por las empresas generadoras para contribuir con soluciones a nuestra arraigada crisis de tarifas.

Isagen ofreció un “descuento unilateral y voluntario” del 10 % en todos los contratos que tiene con Air-e y Afinia. EPM hizo lo propio, anunciando un ajuste de 10,2 % en sus contratos con las comercializadoras que atienden el mercado del Caribe. En ambos casos la reducción se focalizará en los “sectores más vulnerables”, los directamente beneficiados con la renegociación en curso.

No obstante, para que sea efectiva la Comisión de Regulación de Energía y Gas (Creg) aún debe expedir un marco regulatorio para estos sectores, con el propósito de crear un mercado especial en el que el precio de la energía sea menor y diferenciado. Confiemos en que se adopte con prontitud para que entre a operar lo antes posible, al igual que otras medidas que le compete tomar única y exclusivamente a la entidad, entre ellas la reestructuración de la fórmula tarifaria.

Indudablemente las acciones de los generadores apuntan en la dirección correcta, pero no serán suficientes para dejar atrás la tormenta perfecta que se abate sobre 11 millones de usuarios de la región. Antes de cantar victoria, con dosis exactas de realidad, para no crear falsas expectativas de reducciones mágicas en el valor del próximo recibo como lo dejó caer en su momento el ministro de Minas, conviene sincerarnos sobre decisivos asuntos todavía pendientes de resolver.

Lo primero, los saldos de la opción tarifaria que el Gobierno nacional anunció que asumiría con celeridad, pero no ha sido así. Se resiste a hacerlo con cargo al Presupuesto General de la Nación, como algunos sectores le han solicitado, de manera que el Ministerio de Minas y Energía le lanzó la pelota al Congreso para que lo solvente vía ley.

Pero esto no parece tan fácil. Por consenso, la Bancada Caribe anticipó que no morderá ese anzuelo, es decir, no lo aprobará si como se ha cantado va amarrado a la nueva tributaria. Mientras el tiempo pasa, los usuarios seguimos pagando y queda menos para saldar la deuda, como el caso de Air-e que hizo el cobro en poco más de un año, con lo cual su vigencia finalizaría en marzo y habría una reducción de 23 %.

Lo otro es el índice de pérdidas técnicas y no técnicas, de las que apenas se habla. ¿Cuáles son las soluciones que el Ministerio contempla para semejante cuello de botella? Hasta ahora no se conocen con claridad. Andeg, uno de los gremios de los generadores, propone que estas sean asumidas de forma temporal por todos los usuarios del país, con lo cual disminuiría adicionalmente casi un 10 % el valor de la tarifa. Valdría la pena ahondar en ella. A estas alturas cuando es innegable el conflicto social que se asoma en la región se valora todo gesto de buena voluntad, pero lo que se requiere es acelerar las soluciones con hechos viables y menos carreta.

Necesitamos solidaridad de todos los actores de la cadena energética, también de transmisores y distribuidores que deben asegurar descuentos en este ‘todos ponen’. La salida a una crisis tan profunda no llegará únicamente de la mano de la generación, componente que corresponde al 35 % del monto final del costo de energía. La opción tarifaria y las pérdidas representan entre el 25 y el 30 % del total de la factura en el Caribe, en tanto en el resto del país equivale a solo el 12 %. Menos aún se discute qué hacer con el cobro por alumbrado público, seguridad o aseo, que pesa hasta 30 % en el valor de la factura, en ocasiones. Si al final, generadores y comercializadoras acuerdan condiciones favorables para la compra de energía en contratos de largo plazo y se ajusta el valor de los actuales, pero no se logra el efecto esperado, ¿cuál es el plan B? Quizás nos han vendido una solución de corto plazo, demasiado simplista o poco efectiva. Difícil una peor decepción. Habría que estar preparados.

En todo caso, que los árboles no nos impidan ver el bosque. Mientras se concretan las salidas a nuestra crisis puntual no perdamos de vista una todavía más descomunal: la estrechez de la oferta de energía ante la creciente demanda que ocasionará déficits desde 2026 si no se aseguran inversiones que den confiabilidad al sector. No olvidemos que la energía más cara es la que no se tiene. De eso, tampoco se habla con claridad, lo que ahonda la incertidumbre en este mercado relevante para el desarrollo y la competitividad del país.