Al minuto 97 sonó el pitazo final de la boca del árbitro mexicano César Arturo Ramos para poner fin a la batalla que se libró futbolísticamente, pero también con fiereza en el campo de juego del Bank Stadium of America en Charlotte, Carolina del Norte, en los Estados Unidos entre las selecciones de Colombia y Uruguay que disputaban el paso a la gran final de la Copa América 2024.

No fue un partido fácil, pues como era de esperarse tuvo muchas fricciones que terminaron desembocando en que el juez mostrara siete tarjetas amarillas, dos de ellas al lateral colombiano Daniel Muñoz, que terminó expulsado del encuentro al borde del final del primer tiempo al acumular las dos amonestaciones.

Primera lección. El jugador cayó en el juego de los charrúas, las emociones le jugaron una mala pasada y le propinó un codazo a su rival. El fútbol no es para eso y menos cuando se está a un paso de cumplir un enorme sueño del que se ha sido protagonista. Lo sabe bien el futbolista del Crystal Palace de Inglaterra que confesó tener el corazón “partido en dos”.

El partido se calentó más de lo deseado y esa temperatura no solo se trasladó, sino que se amplificó tanto en la cancha como en las tribunas. De un momento a otro aparecieron en las tribunas junto a los bancos de los equipos tres jugadores uruguayos que saltaron y se trenzaron en una inédita y violenta gresca con los hinchas colombianos que asistieron al decisivo partido.

No importó que había niños, adultos mayores. Nada. Se olvidaron del deporte y tanto hinchas como jugadores repartieron trompadas, patadas y todo lo que había en la mano para agredir. Se les olvidó que se trataba de un partido de fútbol y se vistieron todos los involucrados para practicar kick boxing.

Con el pasar de las horas aparecieron distintos videos y testimonios que daban cuenta de que, más allá de quien encendió la mecha de la trifulca, de lado y lado hubo bochornosas agresiones que empañaron la fiesta que es y que deber ser siempre el fútbol más allá de las banderas y de la competencia.

Serán las investigaciones a las que se ha comprometido la Conmebol las que determinarán las circunstancias en las que se registraron los acontecimientos. Lo cierto es que la primera impresión es que hubo exceso en el consumo de alcohol de los aficionados y el escenario no contó con la seguridad y la logística suficiente para la magnitud del evento.

Habrá que revisar también la conveniencia de que las familias de los jugadores queden inmersas y expuestas en las tribunas.

Segunda lección. Por el lado de los hinchas es increíble que no se dominen las emociones y tensiones propias de un encuentro futbolístico de la importancia de una semifinal de la Copa América. El respeto y la tolerancia son valores que los entes rectores del balompié tienen que buscar promover. Claro está que si hay exceso de licor en los estadios será mucho más difícil. Y por el lado de los jugadores, son unos profesionales y no pueden ponerse a la par de una turba incontrolable.

Tendrá que revisar Conmebol los protocolos de seguridad para contar con mayor respaldo, al menos en el partido final del torneo que termina este domingo, con otro encuentro que, no cabe duda, despierta muchas pasiones y tiene muchos condimentos extrafutbolísticos.

Y como no podía faltar otra cereza para el postre, el veterano Luis Suárez protagonizó otro episodio con el delantero Miguel Ángel Borja. El uruguayo aseguró que fue a buscarlo, según él, por la celebración que les hizo en la cara el cordobés tras la victoria. En este como en todos los episodios cada quien tiene su versión y hay dos caras de la moneda o dos lentes con los que mirar la historia.

Tercera lección. En la victoria y en la derrota se conoce el talante de las personas. Hay que celebrar sin irrespetar a los contrincantes, si es que así lo hizo Borja, quien aún no ha entregado su versión. Pero también hay que perder con dignidad y reconocer el triunfo de los rivales. Parece que de eso Suárez ha dado varias muestras de que no sabe cómo afrontarlo.

El fútbol, como cualquier deporte, debe ser motivo de unión, de alegría, de diversión. Todo lo extrafubolístico que pasó en la noche de este miércoles en la Copa América no debe pasar en un estadio, en ningún escenario deportivo, en ninguna parte.