Nora, de 14 años, no tenía que morir. Tampoco las 51 personas, de distintas edades, que viajaban con ella en el bus volcado el pasado domingo en la Loma o Vuelta de Macario, en Tubará, debían haber terminado con heridas, traumatismos o contusiones. La razón es más simple de lo que parece: ninguna muerte ni lesión en el tránsito es aceptable, todas son evitables o prevenibles. Premisa inobjetable. A diferencia de lo que algunos actores viales erróneamente creen, la movilidad sí puede ser segura, sostenible e incluyente. Es evidente que en este suceso no fue así.

Los dramáticos testimonios de los ocupantes del vehículo revelan no solo el desconcierto por lo ocurrido, también encierran las claves para orientar una investigación a fondo que determine las causas del siniestro, al igual que las responsabilidades de los implicados. Hacerlo es esencial para establecer patrones de conducta asociados con la tragedia en la que se ha convertido la inseguridad vial en Colombia, que sumó otras 8.405 víctimas mortales en 2023, 292 en Atlántico.

¿Qué pasó en el interior del bus que retornaba a Cartagena con los integrantes de tres comparsas infantiles que habían desfilado horas antes en la Batalla de Flores de Malambo? A desenredar la madeja o, mejor aún, a hilvanar las versiones entregadas por los pasajeros, nos hemos dedicado en EL HERALDO desde la noche del domingo. Las primeras hipótesis sobre las causas del siniestro descubren una suma de situaciones desafortunadas: decisiones irreflexivas, exceso de velocidad, aparentes desperfectos mecánicos, sobrecupo e incluso señales de intolerancia. Cada una más conducente que la anterior al doloroso desenlace que enluta a una familia, mantiene en agonía a por lo menos dos más y entristecida a una comunidad de pequeños bailarines, sus profesores y padres de familia, todos procedentes de La Heroica. ¿Por qué el chofer del bus, en vez de usar la carretera Barranquilla-Cartagena, decidió tomar una ruta alterna, en este caso una vía secundaria que, aparentemente, no conocía? Ahí está el quid del asunto.

Testigos le dijeron a EL HERALDO que lo hizo para evadir el peaje, una resolución irresponsable a la que acuden con demasiada frecuencia los conductores sin calcular ni prever sus consecuencias. Más allá de su experiencia al volante, si es que realmente la tiene, otro aspecto a verificar, al igual que la legalidad o vigencia de sus documentos de tránsito y los de la empresa a la que pertenece el vehículo, esta persona se mostró desorientada en el recorrido. Su dubitativa actitud acrecentó la preocupación de los pasajeros que con anterioridad ya le habían expresado molestia, pero porque el bus se le apagó varias veces. Aquí surge otra pregunta para ser resuelta, porque también es una constante en las vías del país, ¿tenía este bus la revisión tecnicomecánica al día?

Sin claridad ni certezas sobre la ruta, el conductor dio la vuelta: otra decisión temeraria en un tramo realmente complejo, considerado como uno de los de mayor siniestralidad vial en el departamento del Atlántico por las condiciones de pendiente y curva que exigen reducir la velocidad y maniobrar con concentración y prudencia. En lugar de actuar con serenidad, aceleró, chocó con un elemento de contención sobre la vía que no vio por la oscuridad y perdió el control del carro que, finalmente, se volcó. El resto es una triste historia que aún se escribe en una clínica de Puerto, donde dos pequeños luchan por sus vidas, mientras Nora regresa a casa en un ataúd.

Cuando tantas cosas fallan en materia de seguridad vial, como parece haber ocurrido en este caso, y a la espera del dictamen final, en vez de repartir culpas, habría que asumir responsabilidades. Es innegable que el sistema vial en Colombia y la forma en la que nos movemos no son seguros, quien diga lo contrario miente. Afrontamos una catástrofe silenciosa que pasa de agache, cobrando miles de vidas, en especial de jóvenes de ingresos medios o bajos, casi todos usuarios de motos, quienes son los que más se resisten a incorporar comportamientos seguros. Es una vergüenza que en nuestro país un hombre de 20 a 35 años tenga más probabilidades de morir de forma prematura en un siniestro vial que por enfermedades infecciosas e hipertensivas. Aunque esta crisis no es privativa del actual Gobierno, no habrá paz total sin paz vial, ni seremos una potencia mundial de la vida, mientras nos sigamos matando en las vías, como pasa a diario. Nuestra solidaridad con las víctimas de esta tragedia que jamás debió ocurrir. No cabe más dolor.