Barranquilla está ya en modo selección Colombia. Sucede cada cuatro años. Es lo más parecido a un viento fresco, pese al calor abrasador de La Arenosa, que alegra los corazones curramberos, ilusiona a los amantes del buen fútbol y emociona a los más pequeños que juegan a ser como sus grandes ídolos. Ahí están, otra vez los vemos cerca, casi entre nosotros: son las estrellas de nuestro balompié, guerreros del deporte rey, íconos de la cancha, que gracias a su talento, esfuerzo y dedicación hoy destacan en los estadios del mundo entero. Algunos afortunados podrán hasta tocarlos, tomarse una foto o recibir su autógrafo. Su espera de horas en las afueras del sitio de concentración o entrena- miento habrá dado sus frutos y tendrán historias que contar.
Sin duda, comienza una ilusión. Todavía quedan rescoldos de la frustración de haber quedado por fuera del Mundial de Catar, pero como en juego largo hay desquite y el fútbol siempre ofrece posibilidades, la selección masculina comandada por Néstor Lorenzo emprende un nuevo camino por un cupo en la cita ecuménica de Estados Unidos, Canadá y México, en 2026. Alcanzar su tiquete para el certamen es la mejor manera de tomar revancha y reivindicarse de la decepción que significó estar excluida de la fiesta catarí que coronó a Lionel Messi y a la selección Argentina.
Esta vez, el objetivo, al menos en el papel, luce menos complicado. A ver si es verdad. La FIFA organizará por primera vez un Mundial con 48 selecciones y la Confederación Sudamericana de Fútbol, Conmebol, tendrá más cupos para asistir. De cuatro casillas y media se pasó a seis y media. Es decir, siete selecciones, seis de manera directa y una a través de un repechaje (la que quede de séptima en el clasificatorio), tendrán derecho a participar. Solo tres de las 10 selecciones sudamericanas quedarían sin cupo. Tenemos razones de sobra, además de grandes dosis de optimismo, para soñar con que seremos parte del grupo de los mejores del vecindario.
Así las cosas, el recorrido hacia esa meta, que la mayor parte de los colombianos abrazamos, parece alcanzable. Aunque, claro, los hechos, o mejor aún, los resultados de los partidos, irán consolidando nuestras reales opciones de avanzar. Hacer la tarea, sin esperar que los demás la hagan por nosotros, es clave. De lo contrario, luego nos faltarán, como tantas otras veces, esos cinco centavitos para redondear el peso u obtener el cupo para el torneo mundialista. Por el momento, el punto de partida arranca este jueves, a las 6 de la tarde, cuando la selección Colombia enfrente a Venezuela, en el estadio Metropolitano Roberto Meléndez, de Barranquilla, que se mantiene como la casa del equipo patrio, para nuestro mayor orgullo. ¡Gracias Colombia por darnos la confianza de acoger esta incomparable fiesta a la que nos volcamos por completo!
Barranquilla acumula una extensa historia de triunfos, también de reveses, por supuesto, vinculada a la misma trayectoria de la selección. Nuestra ciudad ha impulsado cinco clasificaciones de Colombia a mundiales y ahora tiene una nueva oportunidad para demostrar su capacidad organizativa y el compromiso de los sectores público y privado con un evento que reivindica el deporte como motor de desarrollo económico y social. Estos días en los que La Arenosa vive, siente y respira fútbol la movilización de pasajeros en el aeropuerto crece 25 %, la ocupación hotelera alcanza el 80 % y los sitios de ocio nocturno venden 200 % más que un día sin partido. Euforia generaliza- da, incluso sin que ruede el balón, porque muchos resultan beneficiados: taxistas, comerciantes, vendedores informales o tenderos. Casi $21 mil millones inyectará el juego a la ciudad: el 56 % de estos ingresos corresponde al pago de alimentos, bebidas y hoteles, de acuerdo con proyecciones de la Cámara de Comercio de Barranquilla.
Claro que lo mejor es el ambiente festivo alrededor del fútbol que saca lo mejor de los barranquilleros: su alegría, entusiasmo y ganas de divertirse, también de quienes nos visitan. ¡Bienvenidos todos, esta también es su casa! Compartamos, pues, la emoción de un momento único y singular en el que nada sea más significativo que unirnos para respaldar a nuestros deportistas, como lo hicimos en el Mundial de Australia con la selección femenina. Algarabía absoluta, arrancan las eliminatorias, es tiempo de fiesta: ¡Vamos Colombia, todo saldrá bien!