Si el Caribe colombiano sufre racionamientos o apagones en un futuro cercano, las autoridades del sector energético: Ministerio de Minas, Unidad de Planeación Minero Energética (UPME) y la Creg, tendrían que asumir su responsabilidad en un probable desastre anunciado. Tanto por inacción u omisión.
En definitiva, por su falta de previsión en un asunto de gran relevancia, al que se le han dado largas injustificables e imperdonables durante años. Quedan notificados para que adopten de una vez por todas las medidas o correctivos necesarios que mitiguen las actuales condiciones de riesgo que menguaron la seguridad y confiabilidad en la prestación del servicio.
Que ningún agente del mercado finja sorpresa por lo que ocurre. En medio de esta eventual crisis que golpearía con dureza a la región Caribe y al Chocó lo que menos cabe es el cinismo. Por activa y por pasiva las advertencias han sido recurrentes, en particular las formuladas por los gremios del sector. Son considerables los retrasos e incumplimientos en la ejecución y puesta en funcionamiento de proyectos para el Sistema de Transmisión Nacional (SIN) y el regional, lo que ha activado las alarmas del sistema desde hace años.
Antes, la alerta la lanzó el Consejo Nacional de Operación (CNO) que, incluso propuso un plan de choque especial por el rezago en la infraestructura. Ahora, lo hace XM que habla de un agotamiento de las redes de transmisión de energía por el aumento de la demanda. No es la causa principal, pero sin duda dispara el riesgo.
Con todo, conviene precisar que este descuido no corresponde única y exclusivamente al Gobierno de Gustavo Petro que en cabeza de la dimitente ministra Irene Vélez, al cabo de casi un año en el poder, no ha hecho lo suficiente para destrabar o acelerar iniciativas eólicas y solares que apalanquen la transición energética, una de sus grandes banderas.
De unos 80 proyectos en curso, el 65 % tiene retrasos, entre ellos 14 de los más grandes ubicados principalmente en La Guajira y Cesar, por dificultades en trámites ambientales, consultas previas, falta de relacionamiento social, incertidumbre jurídica, inestabilidad tributaria y factores externos.
Ciertamente, se trata de un tema complejo porque no existe una sola causa ni una solución común que garantice de la noche a la mañana el abastecimiento seguro y confiable de la demanda nacional, sobre todo en el Caribe. Sin salidas viables y rápidas, el riesgo de racionamiento será inevitable. Asumámoslo. La sola posibilidad causa repelús, por decir lo menos.
¿Cómo entender que pagando la tarifa de energía más elevada de la nación, tendríamos que soportar apagones porque la red no está en capacidad de atender la demanda? De “inconcebible”, lo calificó el alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo, y se quedó corto, la verdad.
La inatención o desinterés del centralismo rampante para solventar las difíciles cuestiones energéticas que envejecieron mal en los departamentos de la Costa no augura un buen pronóstico en la nueva borrasca de nuestra inacabable tormenta perfecta.
En un contexto de elevado consumo por altas temperaturas debido al impacto de El Niño, el incremento de fallas o desconexiones continuas de demanda generaría factores de tensión social. Comprensible. La institucionalidad sectorial, los actores del mercado y el Gobierno nacional deberían entenderlo así para anticiparse e intentar conjurar la contingencia de apagones que profundizarían aún más la inequidad en la región.
No más discursos huecos ni ideologizados cargados de carreta populista que postergan soluciones por incapacidad, inexperiencia y falta de consensos para sacar adelante proyectos energéticos, en especial los renovables que acumulan años empantanados. ¿Por qué?
Esto no es normal. Las tareas para quien suceda a la exministra Vélez son perentorias. Solo por citar una, ¿cuánto más se postergará la actualización de los planes de expansión que revelen el panorama actual de la demanda para actuar en consecuencia? Apremia superar los desaciertos propios para asegurar confiabilidad y cobertura del servicio. Sin una adecuada planeación, regulación o liderazgo técnico de entidades como la UPME, la Creg o el mismo ministerio, se perderá el norte, el rumbo de un sector trascendental amarrado al bienestar de la población y al crecimiento económico de la nación. Que la realidad no desmienta sus vacilantes determinaciones.