Durante los últimos días las redes sociales se han inundado de videos de retenes ilegales en los que aparecen individuos, algunos con piedras, palos e incluso armas; otros con sus rostros totalmente cubiertos o semiocultos, pero todos con la misma actitud amenazante, delictiva, por decir lo menos, a quienes se les ve exigiendo pago de dinero a conductores y ocupantes de todo tipo de vehículos para dejarlos marchar sin causarles daño. No sucede en el camino de herradura de una distante nación fallida, a miles de kilómetros de centros urbanos o de estaciones de policía, donde no existe ni dios ni ley. ¡Qué va! La incursión, generalmente en manada o gavilla de estos sujetos, ocurre en uno de los corredores viales más transitados del país y, sin duda, de la Costa: la ruta Ciénaga-Barranquilla, en la Troncal del Caribe, a la altura del corregimiento de Tasajera, municipio de Puebloviejo, en el Magdalena. Palabras más, palabras menos: aquí al lado.

Tras el ruido mediático, se conocen algunas medidas para enfrentar semejante barbaridad. Quince días, desde la arremetida de estos maleantes, les ha tomado a las autoridades del municipio, a la Policía del departamento y a la Fiscalía General entender la situación de peligro evidente para turistas y demás usuarios de la vía que hablan de ella, especialmente del tramo en cuestión, como una travesía de terror, en la que la única opción para salir indemnes es pagar. Deberían dar explicaciones sobre su injustificable demora a las víctimas de los asaltos, agresiones y atracos de los llamados ‘peajes humanos’, que movidos por impulsos vandálicos se lanzan a diario a la carretera para amenazar a viajeros y transportadores, robar a los pasajeros de los buses, dañar propiedad privada e incluso intimidar a uniformados que de manera infructuosa tratan de contenerlos. Está claro que lo suyo ha sido movilizar miedo. Pues lo han conseguido. Queda por conocer, eso sí, cuáles serán los posibles impactos para el Magdalena, como territorio turístico por excelencia, al que muchos acceden justamente por esa vía.

Está demostrado que sin seguridad ni confianza el turismo no prospera. Arriesgar una de las más importantes fuentes de ingreso del departamento por no reaccionar a tiempo al accionar ilícito de unos pocos es un despropósito mayúsculo. Quienes tratan de asociar exclusivamente estos comportamientos delictivos con las precarias condiciones socioeconómicas de los habitantes de Tasajera o de sus alrededores se equivocan. La mayoría de las personas que enfrentan alarmantes niveles de pobreza no se dedican a robar a los demás, a extorsionarlos con la amenaza de herirlos o de destrozar sus vehículos. La casuística es más diversa que eso. Existen razones difusas o complejas que deben abordar la Gobernación del Magdalena y la Alcaldía de Puebloviejo en coordinación con entidades del orden nacional para intentar entenderlas y buscar soluciones definitivas.

Tendría que ser motivo de preocupación constante de nuestras autoridades el avance de esta u otras formas de intimidación extorsiva, usualmente ejercidas por adolescentes y hombres en edad productiva, extendidas a otras carreteras de la región Caribe y, cómo no reconocerlo, a espacios urbanos, como el Corredor Portuario de Barranquilla. Nos jugamos mucho si la sociedad deja que este fenómeno de violencia sea el mecanismo al que acuden personas vulnerables para obtener sus recursos, relacionarse con los demás integrantes de su comunidad y desahogar –cuál válvula de escape– sus frustraciones ante la inacción de lo público. El mercadeo delincuencial no es el camino a seguir por unos cuantos, sino la expresión de un fracaso colectivo. En este contexto, mientras no se encuentren salidas viables a un problema, al que no se le debe restar importancia señalando que es una cosa de muchachos en vísperas de las fiestas locales, la fuerza pública tendrá que actuar con contundencia para impedir la comisión de delitos que atenten contra la seguridad de turistas, viajeros y trabajadores de sectores productivos. No esperemos que alguien fuera de sus cabales decida acudir a la justicia por mano propia ni avalemos que los responsables de encarar esta crisis se laven las manos con excusas inaceptables.