Cinco asesinatos de hombres gais en Barranquilla, dos de ellos en los últimos 10 días, disparan las alarmas por la posibilidad de que se trate de crímenes de odio contra su orientación sexual diversa. Al margen de que sean hechos aislados, lo cual le corresponde establecerlo a las autoridades, el Observatorio de Derechos Humanos del colectivo Caribe Afirmativo ha identificado patrones comunes en estos homicidios registrados en Las Malvinas, El Recreo, El Santuario, El Bosque y El Rubí, similares con otros casos en Bogotá y Medellín. Uno de ellos es la asfixia mecánica, es decir, la obstrucción de las vías respiratorias, como causa de la muerte, y el otro, que en la mayoría de los casos los decesos se produjeron en espacios privados, como las viviendas de las víctimas, donde estas se encontraban indefensas. Algunas de ellas lucharon por sus vidas.
Ningún sector de la sociedad, mucho menos sus responsables políticos, entes de control u organismos de seguridad, deberían desconocer ni minimizar la gravedad de episodios violentos, bien sea situaciones de discriminación, amenazas o agresiones, en los que las personas LGBTIQ+ sean sus principales víctimas. Aunque en Barranquilla y el resto del Atlántico hemos alcanzado avances en términos de igualdad, inclusión y respeto a la diversidad, sustentados en leyes o en políticas públicas, no siempre las normas en el papel coinciden con el sentir de la calle. De suerte que se requiere reforzar a diario acciones afirmativas que contribuyan, por un lado a erradicar tratos excluyentes o prejuicios que los exponen a riesgos. Y por otro, es imprescindible fortalecer competencias con enfoque de género de representantes institucionales para que sepan defender sus derechos en el terreno legal y asegurar su protección, de manera idónea. Ni más ni menos.
Con pasmosa frecuencia a ciudadanos que abiertamente rechazan la diversidad les resulta demasiado fácil pisotear, vulnerar o humillar a personas LGBTIQ+. Ni porque sean situaciones de violencia encuentran respuestas adecuadas de la justicia o de la Policía. En consecuencia, es más que razonable que muchos de quienes hacen parte de estos colectivos se sientan inseguros cada vez que salen a la calle. ¿O usted en su caso, no lo estaría? A nadie su libre elección de identidad u opción sexual le debería causar contradicción por el repudio que causa en otros. Tampoco ansiedad, temor ni angustia por ser víctima de actos de intolerancia en parques o canchas, en el espacio público, y de otros más premeditados, como agresiones físicas grupales, por ejemplo, en institutos educativos o revictimizaciones en centros de salud del Distrito, donde ni siquiera se les reconoce con sus nombres identitarios.
Sí, esto es homofobia o LGTBIfobia, como también se le conoce a las inaceptables actitudes o comportamientos de quienes se creen con más suficiencia moral para juzgar y condenar al próximo porque no es como ellos o como quieren que sea. El mapeo de la exclusión de Caribe Afirmativo, recién publicado en EL HERALDO, revela en detalle los cinco tipos de violencias estructurales que soportan estas personas en Barranquilla. Desde la naturalización de insultos, chistes de mal gusto y expresiones discriminatorias, con un claro trasfondo de violencia, en redes sociales o espacios radiales, hasta su instrumentalización por bandas criminales que les imponen códigos de conducta o los usan como gancho ciego de sus negocios ilícitos: todas son situaciones que deben denunciarse sin ambages de ningún tipo. Basta de alentar discursos de odio que de forma casual, directa o indirecta, menosprecian la diversidad y conducen a perpetuar modelos caducados de masculinidades agresivas. Si nosotros no cambiamos, nada cambiará. Un buen comienzo sería que las autoridades resuelvan estos crímenes y pongan fin a tanta impunidad.