Los resultados son contundentes, sí, pero no para un partido Demócrata o un Republicano que buscaban arrasar con las elecciones de medio término en Estados Unidos, y cuyos dirigentes proclamaban, antes de tiempo, unas victorias que los estadounidenses mismos se encargaron de mermar. Sin haberse entregado los resultados finales, los votos se ven distribuidos entre parte y parte, dejando la sensación de que ya no existen las victorias fulminantes de los partidos tradicionales, y más bien sí muchas dudas de los ciudadanos sobre si un partido u otro tienen lo que se necesita para abordar las principales problemáticas del país.
Por el lado de los demócratas estos resultados pueden estar apalancados en el aumento de la inflación por encima del 8%, lo que para muchos estadounidenses está directamente ligado al gobierno de Biden y a la falta de gestión de su partido para evitar semejante disparada histórica que ha tenido al país al filo de la recesión, así igual con temas tan delicados para los más de 330 millones de habitantes, tales como la migración irregular y la delincuencia, que bien han sido aprovechados por sus contendientes para señalar las debilidades del partido. A esto se debe sumar la prematura impopularidad del presidente, que ha venido cayendo con el paso de los meses.
Para los republicanos el panorama tampoco es de celebración, el debilitamiento de la figura de Donald Trump con el paso de los años les ha costado ir perdiendo peso y curules en el Senado. En Georgia, Nevada, Pennsylvania y Arizona los resultados, que en algunos casos no son definitivos, dejaron un sabor agridulce. Georgia, por ejemplo, uno de los estados bisagras del país, reeligió al gobernador republicano Brian Kemp, pero su puesto en la cámara alta lo votará de nuevo el 6 de diciembre porque ninguno de los candidatos superó el 50 % mínimo de los votos. En Michigan, donde los candidatos republicanos alegaron en 2020 el robo de las elecciones, también perdieron.
En ese polarizado panorama, la democracia se erige con su bandera de la victoria, pues lo que sí ha quedado claro en esta ocasión es que no hubo desconfianza de los estadounidenses en su sistema electoral ni en el voto como instrumento de cambio para el país, que en otros momentos pudo verse socavado por acusaciones que incluían la injerencia extranjera. De igual forma se atajó la que parecía una inminente “ola roja” en las urnas, lo que definitivamente se traduce en una derrota para Trump, pero también en una cámara baja ahora de mayoría republicana, lo que para Colombia, por ejemplo, supone un gran reto dada la afinidad política del actual Gobierno.
Cabe esperar los resultados definitivos para que, además, uno u otro partidario tome la decisión de volverse a lanzar a las presidenciales de 2024, lo que supone un gran reto para ambos. Biden, por su parte, deberá propender por sumar apoyos y buscar un Gobierno con soluciones más tangibles para los estadounidenses que además permitan superar la debacle económica, así como mediar con esas voces del lado republicano que no necesariamente son afines a Trump, como es el caso del gobernador de la Florida, Ronald Dior DeSantis. Por el lado de Trump, deberá inclinarse por un discurso menos extremista, más conciliador, y recomponer el choque de trenes que causó en el partido republicano luego de lo sucedido el 6 de enero de 2021 con el asalto al Capitolio, cuando varios de sus copartidarios se lavaron las manos y lo dejaron solo.