¿Bolsonaro o Lula? Ambos nombres son símbolo de polarización en Brasil, país que hoy deberá elegir si apostarle a las segundas o a las terceras oportunidades. Una tercera a un expresidente de izquierda que tuvo su apogeo económico en su momento, pero que luego estuvo envuelto en el mayor escándalo de corrupción de América Latina (Lavajato), o darle una segunda oportunidad a un actual mandatario de derecha, cuyas radicales y polémicas políticas en materia de seguridad han convencido a muchos, así como unas estrictas medidas económicas que, luego de atravesar por una profunda crisis, parecen estar funcionando.

Las apretadas encuestas no esclarecen tampoco el panorama, pues muestran, según Paraná Pesquisas, MDA y el instituto Brasmarket –las más recientes– prácticamente un empate técnico entre los contendientes, esto porque la diferencia es menor al margen de error, que es de dos puntos porcentuales. Eso sí, de nuevo y como en la primera vuelta, ubican a Luiz Inácio Lula da Silva por encima de Jair Bolsonaro.

En ese apretado escenario, este último trayecto de la campaña estuvo empañado por actos de violencia, que fueron desde el infame asesinato de Reginaldo Camilo dos Santos, conocido como “Zezinho del PT”, uno de los políticos emblemáticos del partido de Luiz Inácio Lula da Silva, hasta los ataques verbales entre los candidatos que vio el país en televisión nacional por medio de la cadena Globo, en los que tanto Lula como Bolsonaro optaron por una fuerte arremetida, rebosada de descalificaciones a la gestión de cada uno, calificaciones de corrupción y fuertes cuestionamientos al manejo de problemáticas como el hambre y la pobreza.

La única coincidencia que presentaron ambos candidatos fue en el tema del aborto, a lo que demostraron su postura en contra, pero que Lula usó como arma de doble filo para recordarle a Bolsonaro que en su época de diputado (1992) defendió la distribución de píldoras para el aborto, a lo que el líder de derecha replicó señalando al líder del PT de ser “un abortista convencido”, y también le recordó unas declaraciones en las que aseguraba que el aborto era cuestión de salud pública, especialmente para las mujeres más pobres de Brasil.

En medio del rifirrafe, que pareciera ser una espiral de no acabar, se encuentran los votos de la comunidad religiosa, los indecisos y aquellos que anteriormente votaron en blanco. Ellos deberán definir esa segunda o tercera oportunidad este domingo, dependiendo de si las posturas de los candidatos los representan. En el caso del voto religioso, por ejemplo, Lula obtuvo el favor de los católicos, mientras que Bolsonaro se ganó a los evangélicos. Los católicos, según encuestas, serían un 53 por ciento de los electores, versus un 27 por ciento de los evangélicos. Sin embargo, ello no garantiza la victoria de Lula, pues los segundos avanzan con fuerza en el ámbito político y han logrado alianzas importantes, así como se prevé que lleguen al mismo número de seguidores que los católicos para el año 2030.

Por eso, cada uno emprendió una ardua semana de recorridos que aterrizó ayer para Lula en Sao Bernardo do Campo, su cuna política, situada en San Pablo, mayor colegio electoral del país, y para Bolsonaro en Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais, segundo mayor colegio electoral (con 34,6 y 16,2 millones, respectivamente).

Desde ahí ejercerán su derecho al voto cada uno de ellos, así como los ciudadanos que deberán pensar en que más que polarizaciones, o segundas y terceras oportunidades, la primera oportunidad para los brasileros deberá enfocarse en una decisión consciente que combata la violencia, la desinformación y en la que primen los intereses de todos los ciudadanos por encima de cualquier interés político, que suficiente daño le ha hecho también a la región, pues los mismos ciudadanos, con intereses y preferencias particulares, seguirán compartiendo territorio.