Una ola de indignación ha estallado en Perú por la decisión del presidente, Pablo Kuczynski, de indultar al exmandatario Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión por crímenes de lesa humanidad y corrupción.
La repentina concesión del indulto se produjo el 24 de diciembre, apenas tres días después de que Kuczynski se librara de ser destituido por el Congreso por su implicación en el escándalo Odebrecht. Una salvación que se produjo gracias al providencial apoyo de diez disidentes fujimoristas capitaneados por Kenji Fujimori, hijo del exmandatario encarcelado.
Según Presidencia, el otorgamiento del perdón obedeció a “motivos humanitarios”: a una supuesta enfermedad “progresiva, degenerativa e incurable” del preso. Sin embargo, existe la sospecha razonable de que la medida de gracia fue una consecuencia del cambalache con el hijo de Fujimori para librar a Kuczynski de la hoguera política.
El hecho es que el exautócrata peruano de 79 años, que gobernó con mano de hierro Perú entre 1990 y 2000, ya se encuentra en libertad, tras haber pagado solo 10 años de la condena.
Como no podía ser de otra manera, la noticia ha sido recibida con júbilo por los fieles del fujimorismo, movimiento que mantiene una notable fuerza política 17 años después de la destitución del caudillo y que ahora abanderan sus hijos Keiko y Kenji.
Sin embargo, muchísimos peruanos, y numerosos observadores internacionales, han censurado con dureza el indulto al interpretarlo como un acto de indignidad política. Entre ellos Verónika Mendoza, líder de la izquierda, cuyos votos fueron decisivos para aupar a Kuczynski a la jefatura del Estado y frenar el ascenso del fujimorismo.
Más allá de si las razones humanitarias esgrimidas por Presidencia para conceder el indulto estaban debidamente sustentadas (algunos expertos sostienen que no), la sensación que queda de este episodio es de una profunda degradación de la democracia que seguramente tendrá consecuencias para el futuro del país.
Kuczynski estaba a punto de ser destituido por “incapacidad moral”, pues una empresa suya asesoró a la compañía Odebrecht mientras él se desempeñaba como ministro de Economía. Cuando todo apuntaba a su derrota, lo salvó su rival Fujimori hijo, tras unas negociaciones ocultas que han comenzado a trascender a la opinión pública.
Kuczynski seguirá, pues, en el cargo, pero su mandato quedará en adelante manchado por su implicación en el caso Odebrecht y por la forma nada honrosa en que maniobró para torcer a su favor la votación en el Congreso.