La tensión entre Estados Unidos y Corea del Norte ha llegado esta semana a niveles que llevan a pensar a los expertos en que la posibilidad de una confrontación bélica sin precedentes en nuestros tiempos podría desatarse en cualquier momento. Cansado de los continuos ensayos de misiles balísticos que podrían tener alcance intercontinental, el presidente Donald Trump ha advertido a Pyongyang que “si no se comporta” se encontrará con “un fuego y una furia jamás vistos en el mundo”.

No es poca la amenaza, mucho más viniendo de una personalidad explosiva como la de Trump, pero al líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-un, las palabras del magnate estadounidense solo lo han llevado a redoblar la apuesta, dando a conocer un plan de su ejército para atacar la isla de Guam con cuatro misiles que llegarían en 18 minutos.

Guam es una isla del Pacífico que sirve como base de operaciones militares de Estados Unidos para la zona. De producirse el lanzamiento, sería considerado como un ataque directo a la nación más poderosa del mundo, así los misiles solo cayeran a 30 o 40 kilómetros de las costas, como contempla el plan divulgado por Pyongyang.

Tras 25 años en los que sus antecesores intentaron mantener algunos canales de comunicación abiertos con Corea del Norte, la paciencia de Trump parece haberse agotado. Los países aliados de Estados Unidos han iniciado una campaña diplomática silenciosa pero urgente para detener lo que para algunos analistas es un conflicto inminente.

El papel de China en este tablero de ajedrez internacional es clave. Los lazos comerciales con el gigante asiático son fundamentales para la economía norcoreana, por lo que el presidente Xi Jinping es uno de los pocos líderes mundiales que puede intentar un acercamiento con Kim Jong-un.

Sin embargo, los últimos movimientos en este tablero parecen ubicar a China del lado estadounidense. El pasado sábado, Xi Jinping dio el visto bueno para aprobar en el Consejo de Seguridad de la ONU una serie de sanciones económicas contra Pyongyang por no frenar su carrera nuclear.

Para los expertos es claro que Corea del Norte no tiene con qué responder a la capacidad bélica de Estados Unidos y no tardaría mucho en ser aplastada. Pero sí puede alterar el orden mundial con ataques a los principales aliados norteamericanos en el área: Corea del Sur y Japón.

Detrás de este entramado que mantiene al mundo en vilo se encuentra Kim Jong-un, quien a sus 34 años es el heredero de una dinastía que ha gobernado a Corea del Norte desde la represión y la devoción por la figura del líder supremo. Al igual que Trump, su personalidad es, por lo menos, inquietante.