Nadie es permanente, nadie es perfecto y nadie es completo.

Una de las cosas que más me atrae de la cultura japonesa es su simbología, cada palabra y cada concepto tienen un significado especial, son representaciones profundas llenas de sabiduría que brindan la hermosa posibilidad de reflexionar y aprender a cada instante, frente a cada hecho, allí nada es gratuito, todo tiene un sentido y el sentido natural de las cosas conforma el sentido mismo de la vida.

Cuenta una bella historia del siglo X que un joven perdió a su maestro por ser su discípulo, este, quiso poner a prueba su preparación y le pidió que barriera el jardín. El chico siguió las indicaciones a cabalidad, pero cuando terminó, golpeó deliberadamente el tronco de un cerezo, entonces cientos de flores cayeron en el césped que acaba de barrer. El maestro quedó sorprendido con el gesto y, aceptó felizmente al chico como su discípulo, le había demostrado que conocía la verdadera esencia del Wabi Sabi.

Wabi Sabi, es el arte de encontrar la belleza en la imperfección. Una forma de vida que valida a través de la estética, la aceptación del ciclo natural del crecimiento y de la muerte, del principio y del fin, o simplemente de la posibilidad de entender que en lo imperfecto hay un manantial de belleza infito, y muchas veces hacer que éste conviva en los espacios para exaltarle y honrarle. Una valiosa manera de entender la existencia y la cotidianidad en la magnitud de lo que no está acabado, de lo temporal, lo incompleto y lo irregular.

El concepto abarca múltiples caminos, Wabi: lo armónico, lo pacífico, lo tranquilo, el silencio de lo natural.

Sabi: el paso del tiempo, lo eventualmente marchito. Los efectos del paso de las horas, el registro del sol, el viento, la lluvia y el frío, el óxido.

Wabi Sabi nos permite encontrar la belleza en la impermanencia y en lo inacabado. Aplicarlo en nuestras vidas nos permite evitar miles de sufrimientos provocados por la ansiedad que convoca el deseo insaciable de perseguir lo perfecto; la palabra perfecta, la sonrisa perfecta, la jugada perfecta, el negocio perfecto, la pareja perfecta, la casa perfecta. Llevarlo a cabo nos invita a descartar el miedo al fracaso, a las pérdidas y a las ausencias.

Wabi, también es el desapego, la modestia y la sutiliza. Sabi, también es la austeridad, la transitoriedad, la asimetría. De ellos se rescata el brillo eterno de la sencillez, de la serenidad y de la imperfección.

A veces vivimos sin rumbo, sin destino, nuestras sociedades adolecen de brújula porque han sido atropelladas y ejecutadas a mansalva por el caos y la destrucción a la invitan la manipulación y el engaño. No hemos tenido la fortuna de contar con legados ancestrales que sean piedras de salvación, o no los han enseñado o tal vez hemos sido laxos para encontrarlos en el camino y apreciarlos, en consecuencia, se expone evidentemente el vacío que habita entre la evolución y la barbarie.

El Wabi Sabi puede transformar la forma como interpretamos la vida.

No es tarde, no esta mal no haberlo hecho y no está mal hacerlo ahora, no nos sobra levantarnos algún día y aceptar que nadie es permante, que nadie perfecto y nadie es completo, así podremos ver en nuestros bordes desportillados un encaje y en nuestra cicatrices, un alivio.