Con mucha humildad recuerdo al notable historiador y patrimonio de nuestro Caribe, Alfredo De la Espriella cuando habló de mi segundo libro Si yo fuera Presidente afirma en uno de sus apartes del prólogo: En sus páginas encontramos humor y una suave fragancia de fresca literatura” Y concluye: “Es reiterativo hasta la saciedad, inquisitivo hasta el desborde e incisivo hasta el límite de la crítica, del sarcasmo y la firme ironía”.

Pero de mi profesión de escritor, o de mi otra pasión de vida el periodismo, paso a algo totalmente antagónico pero noble a mi cultivo de múltiples oficios, me refiero a mi ejercicio fugaz durante seis años en el sector de la joyería. Un capítulo que me permitió conocer lo que va más allá en el sentir de las joyas, lo que engendra su cultura, y su historia.

En mi obra Al viento y al azar, en concretas líneas afirmo: “Las Joyas son la vanidad de la juventud y la juventud de la vejez”. Considero que con las joyas las mujeres por ejemplo tienen esa defensa y ese valor para lucirlas en cualquier momento de su vida y circunstancia. Diferente al hombre, que no está ligado a ellas en el entender masivo, pero que es posible que guarde alguna conexión mesurada para lograr que le representen valor y no precisamente monetario.

En la monarquía, se le ha dado gran importancia a las joyas y su relación con sus protagonistas. En un artículo de la Revista Hola de Junio del 2021 y que titula, La Espectacular colección de joyas de la Princesa Diana, la autora Mónica Tirado, destaca el anillo de compromiso de Zafiro azul de 18 quilates que el príncipe Carlos le entregó a Lady Diana Spencer en su pedida de mano en 1981. En una síntesis notable del mencionado artículo también se hace evidente el papel de las joyas generación tras generación en la monarquía: La corona fue un regalo de bodas de la reina Isabel II a la joven Diana y tras su divorcio del príncipe Carlos en 1996, la joya regresó a las arcas de la Reina.

Diamantes, gargantillas, collares, pulseras representan lo que lleva a la mujer a un éxtasis que debe ser controlado. En muchos casos transforma su personalidad y expertos lo definen como algo que le brinda seguridad, estatus orgullo y lujo, que complementa el encanto de ser mujer.

Los católicos también le hemos dado gran valor a las joyas. Mañana que se celebra la llegada de los Reyes Magos, se recuerda que el oro esencia de piedras preciosas, también hace parte de los capítulos más significativos de la religión. En un pasaje bíblico de Mateo sobre la llegada de los tres reyes Magos, se afirma: " Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”. Se afirma en escritos de origen católico que el oro entregado por los magos a Jesús era un reconocimiento de su realeza.

Debemos mirar con otros ojos las joyas, darles la importancia de un buen joyero que se entrega por completo a su arte y sus diseños; sin olvidar nunca que lo esencial y la joya más importante está siempre en cada corazón.