El declive mundial de la demanda de carbón es indetenible. Mientras más claro lo tengan los gobiernos y las comunidades más rápido se deben producir ajustes en el manejo de las finanzas públicas y cambios sobre el rumbo de la economía en general. No es posible establecer una fecha específica del fin de la actividad extractiva, pero la crisis que vive el sector carbonífero se evidencia ya en despidos masivos y en el retiro de empresas mineras con una larga presencia en la región. El carbón es el principal producto de exportación de nuestra región y los departamentos del Cesar y La Guajira serán sin duda los más golpeados en lo económico y en lo social.

La crisis deja muchos interrogantes y las reacciones frente a esta pueden variar significativamente de un departamento a otro. En el Cesar, por ejemplo, un grupo de investigadores liderados por Fernando Herrera se preguntan acerca de ¿cómo será la era postcarbón? ¿Cómo se comportarán las finanzas públicas sin las regalías derivadas de la exportación de este mineral? ¿Cómo sería una nueva ruralidad en una entidad territorial que se define reiteradamente como campesina? ¿Cuál sería el impacto del cese de la actividad minera sobre el medio ambiente? Economistas como Jaime Bonnet examinan el futuro de Valledupar como un centro urbano que provee servicios a más de un millón de personas del norte de su departamento, del sur de La Guajira y del centro del Magdalena en el marco de la llamada economía de aglomeración.

Las noticias recientes que llegan de La Guajira muestran, en contraste, algunas acciones regidas por la emoción. La quema de buses que prestan servicios a la empresa Cerrejón y el paralizar la vía férrea durante semanas por demandas sociales ajenas a la actividad minera no son buenas señales para que esta pueda continuar. En ese sentido es clave que haya una mutua sinceridad entre las empresas, los distintos niveles de gobierno y la propia sociedad local sobre si se quiere acelerar o no el final de la minería del carbón pagando los costos sociales y económicos que esa decisión conlleva. En síntesis, puede optarse por la estampida brusca o por una transición concertada.

El exministro Amylkar Acosta ve en el ocaso del carbón muchos retos, pero también oportunidades para Colombia. Él considera que debe pensarse en quienes perderán próximamente su empleo y sus ingresos mediante programas de reconversión laboral, en impulsar proyectos agrícolas, promover emprendimientos empresariales e incentivar el turismo.

Un diálogo vital y constructivo con Cerrejón debería considerar el uso futuro para el país de su extraordinaria infraestructura como su gigantesco Puerto, las instalaciones mineras y la propia vida férrea. La Guajira debe pensar en el potencial que representan tanto el aeropuerto de la Mina como el de Puerto Bolívar. El departamento y sus comerciantes podrían apuntar a obtener la cesión del puerto de carbón temprano o “early coal” desde donde podrían operar embarcaciones hacia Panamá y el Caribe insular. Aún en su ocaso Cerrejón puede contribuir decisivamente al futuro de La Guajira y del país.

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