Aquí sigo compartiendo acerca de los roles de víctima, perseguidor y salvador, los tres roles de “el triángulo dramático” que nos mantienen atrapados en relaciones disfuncionales.
El salvador es un rol que generalmente valoramos porque representa a la persona abnegada, aquella que está resolviendo los problemas de y por los demás, la que se preocupa excesivamente por las necesidades y sentimientos de otros aún sacrificándose en su afán de complacer y responder aun por encima de su bienestar.
Este rol también es conocido como “la madre en la sombra” ya que quien lo representa se siente responsable por la felicidad y el bienestar de las personas con algún tipo de dificultad, se ocupa de quienes actúan el rol de “víctimas”, “pobrecitos” y “carentes”. Al asumir por otros la responsabilidad de gestionar sus retos y dificultades impide a las personas crecer y afrontar sus propias realidades.
Quien se mueve desde este rol evita conectarse con sus propias emociones, evita temas escabrosos o que puedan generar controversias, críticas o rechazo, así terminan ocultando su propia verdad y se sobreadaptan a las personas de su entorno. Para evitar “sentir” se ocupan en múltiples tareas, se mueven en relaciones superficiales que no les impliquen mayor compromiso emocional y creen no ser merecedores del cariño o que necesitan ganárselo a base de ser bueno, amable y servicial.
Este rol es común entre las personas que están en campos de ayuda y buscan solucionar los problemas de otros para evitar hacerse cargo de los propios. Al desentenderse de sus asuntos son pasivos y soportan en silencio las relaciones tóxicas de la pareja o miembros de la familia, incapaces de poner limites a abusos y conductas tóxicas.
Es común que estén dispuestos a sacar de líos, apuros o enredos a las personas de sus círculos, justifican o encubren sus acciones, les minimizan las consecuencias y por ello impiden que sean responsables y maduros para asumir la vida adulta. Todo lo dicho lleva a que este rol genere un alto desgaste a quien lo asume y lleva en sus hombros la pesada carga de la culpa por aquellos asuntos que no logran solucionar.
Decimos que este rol representa a la “madre en la sombra” porque es una forma ciega o desvirtuada de querer o dar, dando mayor relevancia al sacrificio y/o actitud de mártir, que al mutuo equilibrio en el intercambio y la realización y crecimiento compartido. A este tipo de amor, Bert Hellinger, padre de las Constelaciones Familiares, lo llamó “Amor ciego” o “Amor infantil”, ya que los niños de manera inconsciente buscan asumir los dolores o situaciones adversas por sus padres, desconociendo así su lugar de pequeños frente a los padres y llevando esa pesada carga consigo, lo que les impide tomar su propia vida y expresar su propia naturaleza.
¿Es posible poder cuidar de otros sin saber cuidar de uno mismo? Pues bueno, es hora de revisar que tanto nos implicamos en este rol.
¿Cómo salir del rol de salvador?
El salvador necesita darse cuenta de que su autoestima no depende de la ayuda, el cuidado y la protección a los demás y debe reconocer que su valor está en su interior, así requiere colocarse en el centro de su propia vida. Para ello:
- Hazte cargo de tu propia vida.
- Renuncia a buscar la aprobación de los demás.
- Aprende a decir “no” y a fijarte límites claros.
- Ocúpate solo de los asuntos que te corresponde.
- Deja de proteger y de apoyar en exceso a los demás.
- Se sincero y auténtico, expresando tu verdad.
- Entrénate en manejar los conflictos y mostrar tus molestias adultamente.
- Suelta las cargas y responsabilidades de otros y diviértete más.
- Elige ser feliz, en lugar de ser bueno y perfecto.
“Los salvadores tienen que cuidarse a sí mismos antes de su prójimo y, además, dejar ese afán compulsivo para ayudar y amparar.”
Stephen Karpman