Hoy es un día muy importante para América Latina, un día para reflexionar sobre el futuro que queremos construir y sobre los valores que queremos defender como sociedad. Las elecciones en Venezuela deberían llevarnos a una profunda reflexión sobre la importancia de la democracia, lo difícil que es mantenerla y lo complejo que es recuperarla una vez perdida. La democracia en el país vecino no se perdió de un día para otro; conllevó una serie de medidas para restarle independencia a sus instituciones, fragmentar a la sociedad – dividirla entre buenos y malos – segregar políticamente a todo aquel que no estuviera de acuerdo con el régimen, socavar cualquier poder económico de quien no se alineara con el gobierno, comprar tanto el apoyo popular como el político y criminalizar, casi de manera lenta e imperceptible, el ejercicio de las libertades fundamentales. La fórmula con la que el chavismo acabó con la democracia en Venezuela es clara: enemistó a su población, desacreditó y censuró a la prensa, implementó un sistema de corrupción para que nadie les obstaculizara sus reformas y, entre el populismo y la opresión, dejó un país empobrecido y sin garantías. Lo que está pasando en Venezuela nos debe recordar hoy y siempre que es un trabajo diario defender los principios democráticos.
Cuando se pierde la democracia, no solo se acaba un sistema de gobierno donde las personas son libres para escoger a quienes quieren que las representen; se acaban todas las garantías para la libertad y la vida, se acaba la posibilidad de crecer como sociedad y construir un Estado donde el centro sea el ciudadano o ser humano, y no quienes ostentan el poder. Hoy, después de un sinnúmero de compromisos incumplidos por parte del régimen de Nicolás Maduro, sin garantías reales para la oposición, una fracción de los venezolanos podrá votar bajo la incertidumbre de no saber si su voto realmente tendrá un significado en la construcción de una nueva Venezuela.
En medio de esta incertidumbre, el papel que juega la sociedad internacional es fundamental. Tanto es así que el régimen ha hecho hasta lo imposible para evitar que observadores internacionales puedan estar hoy acompañando a los venezolanos en un día tan relevante. Pero, además de ser observadores, la sociedad internacional y los países con los que Venezuela tiene una mayor interacción deben priorizar en su política exterior la necesidad de que la democracia vuelva a ese país, más allá de las visiones e ideologías políticas que estén de por medio. Hoy tendremos los ojos puestos en Venezuela, y esperamos que el gobierno que nos representa tenga el criterio para saber que lo que está en juego, más allá de unas relaciones de cordialidad, es la posibilidad de que los venezolanos recuperen su país.
@tatidangond