En toda contienda para que haya una final adecuada, aun cuando resulte incómoda para el perdedor, la consigna es que exista un ganador y un perdedor. Pero siempre que gane el mejor en todos sus aspectos, porque un triunfo lleva inmersa cantidad de sinsabores, derrotas, fracasos, pero a la final; el éxito merecido implica sacrificios y eso sucedió a nuestro equipo el junior de Barranquilla, símbolo y estandarte no sólo de nuestra ciudad, sino del departamento y la región caribe.

Lágrimas, rabias, alegrías risas y hasta tomadura de pelo como dicen los del interior del país y mamadera de gallo como decimos los costeños en nuestro lenguaje coloquial.

A pesar del pesimismo de algunos, sobre todo de un periodista que manifestó que era más fácil que nevara en Barranquilla a que triunfara el junior de Barranquilla, la realidad le demostró cuán equivocado fueron sus vaticinios.

Podríamos establecer una metáfora que efectivamente nevó y hubo un frío invierno en el corazón de los seguidores del deportivo Medellín , mientras que en el de los barranquilleros a pesar de la nieve fría y seca de los derrotados, nos mantuvimos dentro de un clima muy agradable dentro del triunfo por haber alcanzado nuestra décima estrella, ya que sin la teoría del Big-bang, también demostramos que las estrellas nacen con sacrifico y dedicación además, de un buen respaldo de una fanaticada, porque de nada sirven unas estrellas en el universo, si no hay un público que contemple la hermosura de su belleza.

El escudo tiburón luce orgullosamente su décima estrella que nos alegrará para siempre, aun cuando encandiló a los perdedores, a pesar de ello, compartimos lo bello de su hermoso brillo, ya que la derrota de nuestro contrincante también se convirtió en el material que contribuyó a elaborarla.

Víctor Manuel Turizo Camaño

Docente I.E.D Maria Inmaculada