Colombia votó por un gobierno de cambio encarnado en la figura presidencial de Petro. Sin embargo, la polarización política ha impedido un trasegar tranquilo, si se quiere técnico o menos accidentado, de los proyectos de las grandes reformas debatidas en el seno del Congreso de la República.
Para algunos al presidente Petro no le ha ido bien con el congreso. En cambio, otros opinan que la independencia del legislativo ha funcionado, ejerciendo un contrapeso y balance a las políticas del ejecutivo. De cualquier forma, lo cierto es que solo una de las reformas, la pensional, le ha sido aprobada al actual ejecutivo.
Con tal polarización la idea de plantearle al país una constituyente en el ocaso del gobierno es como propinarse un tiro al pie que ante su fracaso bien puede desencadenar en un entierro de pobres al petrismo.
Sin mayores elucubraciones el proyecto de constituyente nació muerto, representando un alto riesgo para la estabilidad del país, la unión nacional y salud mental de los colombianos.
No se trata de la constituyente en si misma, pues es claro que la clase política ha sido inferior al reto constitucional de reglamentar legislativamente para hacer posible las grandes transformaciones sociales contenidas en la constitución de 1991.
Se trata es de que el gobierno de Petro ha sido errático, disperso, autodestructivo e incapaz de aglutinar los grandes consensos nacionales, que paradójicamente le llevaron al poder para el cambio, necesarísimos para la gobernanza e implementación de las reformas que requiere Colombia, que ya no fueron porque se le acabó el tiempo en la trinchera de los discursos y trinos contra sus opositores y medios.
Fue tan grande Petro en el proceso electoral, que su mismo gobierno se vio opacado por su propia grandeza, ego, amigos, contertulios, familia y malas compañías, produciendo su auto destrucción. De tal manera que no se acabará el país, pero si se terminó rápidamente la idea y esperanza de cambio de los colombianos.
Una reforma total o parcial de la Constitución Política de Colombia de 1991, activa el sistema de frenos y contrapesos y la colaboración armónica entre poderes públicos, en que se sustenta la democracia nacional.
Luego entonces, sin consensos lo mejor que puede hacer el señor presidente Petro es retirar su inoportuna idea de constituyente para dedicarse a gobernar en sus últimos días de gobierno. Pues con el sol a sus espaldas es poco lo que puede hacer para realidad del sueño de los colombianos porque también es cierto ha dado pie para ser presa de una desproporcionada y desenfocada oposición. Entretanto los colombianos seguimos esperando un presidenciable que llene el vacío histórico de una figura publica digna para que llegue al solio de Bolívar.