Comienzan las campañas para Congreso y Presidencia y la constante en los candidatos de todas las vertientes políticas ha sido más la polémica, los insultos, buscar destapar la vida privada y el pasado de los otros candidatos, el tick tok y el Instagram en lugar de presentar propuestas realmente serias, técnicamente viables, y que mejoren la calidad de vida de los colombianos, pero lo que no deja de sorprender es cómo los candidatos del uribismo siguen con la misma estrategia de vender miedo, rabia, y auto proclamarse como los dueños de la “seguridad”, frente a esto cuatro reflexiones:

Primero. Vender miedo sí que da votos y en esto el uribismo es experto. Cabe recordar cómo durante el gobierno de Juan Manuel Santos desde Álvaro Uribe, Rafael Guarin e Iván Duque trinaban todo el día todos los actos de violencia e inseguridad que ocurrían en el país, denunciaban cada hecho a cada hora generando una zozobra constante y claro, vendiendo que ellos eran la solución a todos estos problemas de inseguridad. Lástima que llegaron a ser gobierno y perdieron la costumbre de los trinos porque solo en 2020 tuvimos más de 76 masacres en el país y el año anterior más de 92, subió el homicidio y el hurto en las principales ciudades y Colombia sigue siendo el primer productor de cocaína a nivel mundial, todo en el gobierno de la seguridad democrática 2.0.

Segundo. Vender rabia, diría Luis Carlos Vélez, hay que sacar a votar a la gente emberracada, y ya el plebiscito nos demostró que esto no eran teorías de la conspiración, sino una realidad. Salir a decir mentiras para generar una indignación generalizada y una reacción electoral, desde el uribismo tienen claro que la mayoría de los votantes no toman decisiones con la razón, sino con la emoción.

Tercero. El enemigo. Es necesario tener un enemigo activo para que el miedo y la rabia funcionen, en el uribismo eran las Farc; por eso, les preocupaba tanto que desaparecieran, pero para su tranquilidad les quedaron las disidencias y el Eln que les hacen el juego perfecto. Se necesitan mutuamente, sin enemigo como justificar todo.

Cuarto. La secta es una de sus grandes fortalezas. Tener unas bases militantes que funcionan con la misma lógica de una secta religiosa, quiere decir disciplinados, sumisos y prestos para el ataque y la ofensa contra todo lo que no sea copartidario, los argumentos no importan en una secta la “verdad” es la doctrina del líder.

Seguiremos viendo candidatos para congreso y presidencia que imitan a Álvaro Uribe en el tono de voz gestos y ademanes, y con el ya conocido discurso de “bandidos, terroristas, mamertos, Castro chavistas”, nada nuevo bajo el sol, desde las épocas de Andrés Felipe Arias, cuando andaba de poncho y sombrero hablando paisa diciendo hijitos y buscando votos, es la misma fórmula. Ya decían los romanos, el poder no está en el mármol del senado, sino en la arena del coliseo, quiere decir que no está en la razón y el argumento, sino en la pasión y la emoción. Vender rabia y miedo, la ecuación electoral.