Los estereotipos son tan peligrosos, que a veces por estar tratando de acabar con unos, terminamos creando y fomentando otros. Llevamos años luchando para que la mujer no sea pensada solo como ‘ese ser que pertenece en la cocina’, como la que ‘está solo para parir y criar hijos’, y como la que debe aprender a ‘atender bien al marido’, y a tener su casa impecable. Y por ende, a las mujeres se nos ha hablado de ‘empoderamiento’, y se nos ha inculcado que hay que ser ‘más’ que solo eso, y que hay que hacer ‘algo’ por nuestras vidas.
Sin embargo, por estar tratando de hacer desaparecer un comportamiento machista milenario, se nos ha ido la mano, pues hemos terminado por creernos tan dueñas de la verdad, que consideramos que está ‘mal’ que una mujer escoja ser ama de casa, y ser madre de tiempo completo.
Así como en el pasado se juzgaba a una mujer por trabajar, y se pensaba que estaba ‘mal’ que desatendiera su hogar, pues sus hijos por ello iban a salir ‘mal criados’, así mismo ahora hacemos sentir incómodas a aquellas que escogen dedicarse a sus casas y a sus familias, porque supuestamente sus hijos van a salir ‘mal criados’ al ver que sus mamás no tienen ‘aspiraciones’.
Las hacemos ver como sometidas, cuando nadie las está sometiendo. Las hacemos ver como si no hicieran ‘nada’ cuando hay que ver todo lo que hacen, entregan y sacrifican por los suyos. Las hacemos ver cómo menos, como si uno pudiera balancear eso. Y las hacemos ver como mujeres que no hay que admirar, cuando es una labor de profunda admiración.
El ‘empoderamiento femenino’ no tiene una sola cara ni una sola faceta. No se trata de hacer que todas las mujeres hagan o escojan lo mismo, sino de lograr que escojan lo que escojan, no sean estas juzgadas por ello.
El verdadero empoderamiento se ve en una mujer que elige (porque debe tener la posibilidad de elegir), lo que ella quiera hacer con su vida, y si esto resulta en ser una mujer que se dedica a su hogar, entonces que lo sea. No se trata, por el contrario, de hacernos a todas partes del mismo molde, sino de que todas tengamos los mismos derechos y libertades.
Nunca en mi vida me he visto siendo ama de casa de tiempo completo, pero tampoco pienso que sea una labor de menor mérito a los sueños que yo pueda llegar a tener. Es cierto que es riesgoso no tener un ingreso propio, pero en el mundo ideal, y para muchas personas esta sí es su situación, las parejas son equipos, y cada uno aporta lo suyo para el éxito familiar. Sea esto con dos sueldos, o con dos tipos de roles y labores dentro de una misma casa, ambas partes merecen disfrutar de los frutos económicos en conjunto.
Y aunque siempre digo que es mejor poder generar recursos individuales, y de esta forma, no tener que depender de la ‘suerte’ o el ‘destino’ de otros (la vida da muchas vueltas), tampoco hay que invalidar las decisiones que otras tomen frente a estos casos. Cada quién debe ser libre de poder tomar decisiones de acuerdo a su criterio personal, y ninguna opinión debe estar por encima de otras. Y cada historia de vida es distinta.
Así que así como nos enfocamos tanto en hacer que no existan los estereotipos en los tipos de relaciones, tipos de familia, tipos de belleza, así mismo debemos trabajar para que no haya un solo estereotipo de mujer ‘empoderada’. En hacer sentir a todas las mujeres tranquilas y felices con sus decisiones de vida, a pesar de ser absolutamente distintas a las que uno pueda tomar.
Porque mujer empoderada es tanto la que es presidente de una empresa como la que escoge ser mamá, y es tanto la que puede, logra y quiere ser ambas cosas, como la que solo puede, logra y quiere ser solo una.
Y punto.
PD: Es importante destacar que muchas veces las madres hacen sacrificios por sus hijos, y la carrera profesional a veces termina siendo uno de los tantos. Hay mujeres que no pueden costear ayuda, o no tienen familiares que las ayuden para poder hacer ambas cosas. Hay mujeres que interrumpen sus trabajos mientras sus hijos crecen, y luego persiguen otros de sus sueños. Y hay mujeres que simplemente escogen ese camino porque es su vocación. Y no, no todas nacemos con las mismas vocaciones. Así que a dejar de generalizar, porque eso no solo no sirve de nada, sino que termina siendo, profundamente peligroso.