Mucho me temo que la designación de rector de la Universidad del Atlántico refuerza el Ego en quien recibe tal reconocimiento para manejar una institución donde se conjugan la ciencia, la tecnología, las artes y las humanidades que además congrega a un número importante de profesores casi siempre doctorados o como mínimo con maestrías y a un conglomerado de miles de estudiantes que aspiran a alcanzar un título profesional. El subidón con adrenalina es tal que olvidan que llegaron impuestos por un movimiento político.

Nuestra universidad pública viene sufriendo toda clase de altibajos desde hace muchos lustros y por la rectoría ha desfilado un abanico de personas casi siempre en forma transitoria, mientras las fuerzas políticas se equilibran o, dicho de forma grotezca, mientras se reparten el botín nada despreciable que constituye su presupuesto de muchos millones de pesos y la jugosa burocracia administrativa y académica que representa muchísimos votos.

Casi cada año escuchamos de la lucha cruenta entre los dirigentes políticos por llevar a manejar ese tesoro de Alí Babá a una de sus figuras más representativas, siempre los mismos que todos conocemos como fichas o alfiles de tal o cual jefe local. No hay disimulo, todo se hace de frente y en nuestras narices y según testimonio de algunos presentes y de espías muy bien escondidos, las sesiones del Consejo Directivo muchas veces simulan una peleas de leones por llevarse la presa y no pocas han terminado con hijueputazos y amenazas. Parece que a la mayoría de los integrantes poco o nada se interesan por lo que proponen o rechazan los representantes de la verdadera razón de existir del Alma Mater: los estudiantes y profesores.

El caso del por fin renunciante Carlos Prasca es ilustrativo de esa lucha de poderes. Desde su nombramiento nunca obtuvo el apoyo de esos dos sectores fundamentales que muchas veces le pidieron la renuncia: con delicadeza, luego con manifiesto descontento y al final con rabia, en especial cuando metió al Esmad al claustro. Que hubo excesos de parte de los manifestantes, sí, porque bien se sabe que los protestantes se va caldeando a medida que no los escuchan y sufren el deterioro físico y académico de la universidad (Bellas Artes es perfecto ejemplo) y no menos clave: nunca faltan los infiltrados generadores de violencia por el placer de la violencia. La verdad: Prasca nunca debió llegar a la rectoría.

Ojalá ahora busquen un excelso académico y dinámico rector que propicie el diálogo con los que de verdad conocen las falencias y virtudes de la institución ---estudiantes y profesores---, que no llegue bajo la tolda política de niguno y sea escogido por una hoja de vida impecable de humanista o científico, así tengan que importarlo, porque de las entrañas de los movimientos políticos no se sacan sino prascas.

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