Lo sé desde hace mucho tiempo, por simple intuición y la sensación fabulosa que siento en mi alma y en mi cuerpo cuando recibo y doy un abrazo. Me gustan tanto, pero tanto, tanto, que he abrazado a verdaderos desconocidos porque les confundí con un viejo amigo desaparecido de mi vida y en ese par de ocasiones locas la mirada y la felicidad de aquellos extraños me ratificó que no hay nada mejor que un abrazo estrecho, largo, limpio, donde dos cuerpos se entrelazan de pies a cabeza sin la más mínima connotación sensual.
También los pido con frecuencia a mis amigos cuando me saludan con un orejazo que no llega a beso en la mejilla y prácticamente me les subo como Chita a Tarzán a aquellos que hace tiempos no tengo el placer de ver. Sí, me gustan con locura los abrazos quiebra huesos, la sensación de ser abarcada y estrechada al mismo tiempo que siento entre mis brazos toda la humanidad de ese otro ser. Y los necesito: Ruby Rubio, subgerente de comunicaciones de Transmetro sabe que sí. Una mañana en que estaba pasando la negra noche del alma (situación que se repite en mi vida cuando le da la gana) nos tropezamos en plena esquina de Murillo con Olaya Herrera y solo pude decirle, ¡por favor, dame un abrazo! Gracias Ruby, me salvaste de mandarme bajo las ruedas de un articulado para calmar mi tristeza, esa inmunda sensación de abandono y fracaso cuando perdemos a nuestros seres amados y ya llevaba tres en línea en apenas un año: mi mamá, León Caridi y mi hermano Rafa, razón por la que abandoné el carnaval ya que esa temporada se volvió un réquiem en vez de una explosión de alegría.
Esta larga introducción es solo para decirles que neurocientíficos, psiquiatras, médicos alternativos y alópatas tanto como monjes sabios y toda clase de personalidades que estudian la relación entre emociones y el cerebro recomiendan el abrazo de 20 segundos y ojalá bien apretado, como el poder más sanador que poseemos los humanos ya que durante esos 20 segundos en que estamos entrelazados sinceramente producimos oxitocina, también llamada la hormona del amor, que nos hace sentir seguros, sin miedo, relajados, sin ansiedad, extrañamente felices, se reduce la presión arterial y hasta disminuyen las arrugas.
No escatimen los abrazos a sus hijos, sus padres, sus parejas, sus hermanos, sus amigos, sus compañeros de trabajo, sus pacientes y conocidos: la oxitocina es gratuita, no se acaba, está a flor de piel y hace tanto bien que no existe un fármaco que ni de lejos produzca tantos beneficios y la producimos todos por el simple hecho de abrazar. Recibo y doy abrazos: tenlo presente la próxima vez que nos encontremos.
losalcas@hotmail.com