Los resultados del informe de la Oficina de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas demuestran lo mal que seguimos yendo, a pesar de los buenos augurios implicados en el fin del conflicto entre el Estado y la guerrilla de las Farc.

Los datos reflejan que, luego de un pequeño paréntesis en el cual los habitantes de las zonas más afectadas por la guerra despositaron su esperanza en el Estado que les prometió cambiar sus tristes vidas de violencia e incertidumbre, regresamos a lo de siempre.

El documento, que se nutre de la información recolectada por 1.151 misiones realizadas por la ONU en todo el país, en 2019 hubo en Colombia 36 masacres que dejaron 133 personas muertas, la cifra más alta desde 2014; fueron asesinados 108 líderes sociales; el Estado no hace una presencia suficiente en muchas regiones del país; existió un errático manejo de la protesta social por parte del Gobierno; la implemantación del acuerdo de paz ha sido lenta e ineficaz, sobre todo en lo referente al enfoque étnico y de género, la priorización de las víctimas, la reforma rural integral y la sustitución de cultivos ilícitos.

En pocas palabras, vamos para atrás, como el cangrejo, regresando con las fuerzas renovada a nuestra atávica costumbre de no hacer nada bien, salvo cuando se trata de matar gente.

No había terminado de publicarse el informe de marras cuando el Gobierno, con la voz cantante del presidente de la república, se apresuró a catalogarlo de tendencioso, desequilibrado, incompleto e, incluso, de “chambón” y de ser una “intromisión a la soberanía de Colombia”, calificaciones que reafirman el negacionismo del uribismo en el poder en materia de violencia, además de su casi total falta de sentido común.

Es típico de esta administración defenderse de lo indefendible afirmando que las personas e instituciones que dicen la verdad sobre su ineficiencia y su torpeza son urdidores de macabros planes cuyo fin es desacreditar a los gobernantes inocentes.

Si los funcionarios que han dicho que el organismo de la ONU encargado de los Derechos Humanos tiene intereses políticos cuando publica esta clase de informes, o que sus métodos carecen de rigor, o que su representante en Colombia odia al presidente, en realidad creen que todas esas sandeces son ciertas, entonces son unos idiotas; si, por el contrario, saben que lo que afirman es una monumental insensatez, pero la utilizan como argumento de defensa o de manipulación, entonces son unos malvados. Hasta tal punto hemos llegado caminando hacia atrás, como el cangrejo: o estamos gobernados por la estupidez, o lo estamos por la perversidad.

Entretanto, en medio de la discusión de puntos de vistas entre dos instituciones, una extranjera que conoce muy bien a Colombia, y otra nacional que no tiene la menor idea del país al que gobierna, las personas que sufrieron durante medio siglo por causa de la guerra comienzan a resignarse mientras se preparan para desempeñar el miserable papel que no dejamos de asignarles.

Sigue lloviendo duro sobre nuestras cabezas.

@desdeelfrio