Apareció alias “Iván Márquez” anunciando -en su habitual jerga rimbombante, solo comparable con la que suele usar Fernando Londoño, su archienemigo jurado- que regresa a la guerra contra el Estado.
La alocución del excomandante de las Farc -que era previsible- causó el también previsible alboroto en diversos sectores: los políticos, los periodistas, los tuiteros, los funcionarios judiciales que también son políticos, periodistas y tuiteros, gastaron casi todo el tiempo del día expresando su pesar, su decepción, su estupor, su rabia o su alegría por esta noticia que muchos de ellos, con infinita inocencia, no se esperaban.
Lo cierto es que el regreso a la clandestinidad de “Márquez”, “Romaña”, “El Paisa” y “Santrich” no es más que una consecuencia -igualmente previsible- del Acuerdo: los procesos de paz en el mundo nos han enseñado que siempre existe entre un 20% y un 30% de excombatientes que regresan a sus andanzas.
La sorpresa, como lo he expresado una y otra vez en esta columna a raíz de noticias que se presumen como insólitas, no es más que una pose de quienes insisten en mirar nuestra anodina realidad nacional con ojos de espectadores de telenovela.
Para continuar con lo previsible de esta historia, el uribismo -siempre con la ayuda de los traidores excomandantes guerrilleros- ya tiene la razón que le faltaba para justificar el lenguaje guerrerista que tan bien le cae a su talante. Uribe mismo se apresuró a exigir que al Acuerdo se le despoje de su carácter constitucional y que se “reforme” porque, según sus previsibles creencias, “para apoyar a los de base no se necesitan acuerdos”.
Pero, las preguntas fundamentales no se anulan con las declaraciones grecoquimbayas de “Iván Márquez”, ni con discursos anunciando circulares rojas, ni con comparecencias en los medios de políticos oportunistas; los interrogantes siguen siendo los mismos: ¿Puede y quiere el Gobierno garantizar la implementación del Acuerdo, a pesar de lo que trine su jefe? ¿Puede y quiere el Gobierno cumplir con la palabra empeñada a los desmovilizados que siguen cumpliendo con la suya, a pesar de lo que trine su jefe? ¿Puede y quiere el Gobierno asumir de una vez por todas su responsabilidad histórica con las víctimas del conflicto, a pesar de lo que trine su jefe?
No hay nada más importante que contestar esas preguntas, ni siquiera la previsible persecución policial del puñado de evadidos que salieron ayer en el video que acaparará por un par de días los titulares de prensa.
Desafortunadamente, no pasará ni una cosa ni la otra: ni atraparán a los alias fugados, ni el Gobierno cumplirá con lo pactado. Porque en este país la infamia es la más previsible de todas las cosas.
@desdeelfrio