El primer hombre que se sentó en el banco para planear las batallas fue, con toda seguridad, alguien que veía el fútbol con el criterio de quien cuenta las habas del almuerzo. El mejor entrenador era el que hacía rendir las habas en la modesta despensa. Esto escribió hace algunos años el gran periodista, locutor y escritor Andrés Salcedo (q.e.p.d).
No sé si Dudamel y Peirano, técnicos de Bucaramanga y Santa fe, leyeron a Andrés y su encantadora habilidad para entrelazar metáforas, pero hoy, con sus equipos y sus campañas, le dan mucha razón a su escrito. Los dos finalistas de este primer semestre de la Liga no son los equipos con las mejores nóminas, pero ellos han sabido exprimir al máximo sus virtudes.
Lograron construir equipos rendidores, esmerados, constantes. Equipos que sí creyeron a pie juntillas aquello que pensaba el inventor Tomas Alba Edinson de que el éxito es 99% transpiración y 1% inspiración. Dudamel aumentó su autoridad desde la primera charla con sus dirigidos, al recordarles que él también venía de fracasos, como ellos:" soy su comandante, pero también uno de ustedes".
Un mecanismo que puede inducir a una imitación constructiva. Peirano les indujo al esfuerzo mostrándoles la exigencia y el rigor de sus entrenamientos. Para la final de hoy, creo que Santa Fe tratará de imponer el ritmo, con más agresividad, la que no la tuvo en Bucaramanga, jugar unos metros más adelante, sumar la altura a su estrategia, y no chocar sino eludir el granítico bloque defensivo rival. Para esto último, tal vez la alineación de un delantero diferente a Rodríguez (Gonzalez) o un volante más (Zuluaga) podría servir.
El Bucaramanga que va ganando la serie y la convicción que posee en forma de jugar, seguramente estará más interesado en el contraataque. Lo contrario sí sería una sorpresa. Por supuesto, una final impulsa a recurrir a todo lo que sea necesario. Sobretodo a entregar el máximo esfuerzo. Y estos finalistas sí saben de esfuerzo.