Fue el máximo ídolo del club Flamengo de Brasil hasta la aparición de Zico con el que comparte el podio en el famosísimo club rojinegro. Sin duda, era un jugador de una categoría superior, de un talento y trayectoria extraordinarios. Fue un lujo, un privilegio del Junior, y de todo el fútbol colombiano, haber contado con un futbolista del nivel de Dida. Él ayudó a acercar el fútbol a un mayor grado de esteticidad. La gran mayoría de hinchas de Junior que han tenido la fortuna de ver al equipo desde su reaparición en 1966, hasta hoy, no tienen ninguna duda de declarar a Dida como el mejor jugador en toda su historia.
Arribó a Barranquilla en 1972, el más espectacular jugador de fútbol que he visto con la camiseta de Junior: Víctor Ephanor. El electrizante zurdo de pegada incontenible, gambeta fantástica, desplantes provocadores. El de los 86 goles, el de los tiros libres con efectos inexplicables, el que cobraba los penales y engañaba impúdicamente a los porteros. El pie izquierdo de Víctor era una suerte de sombrero de mago, ahí estaba el balón, a la vista de todos, se lo ofrecía al rival y luego, sin ningún pudor él lo desaparecía. Fue la perfecta simbiosis de estética y eficacia. Uno de los más idolatrados jugadores del Junior en toda su historia. Y mi ídolo de infancia.
El maestro Alfredo Arango era amigo de la creación y de la definición. En su cerebro creativo habitaban un reloj, un mapa y una brújula. Con el primero, marcaba los tiempos justos que la jugada demandaba; con el segundo, decidía qué se debía hacer en cada zona del campo; y con la tercera, señalaba el conveniente camino del balón y el de sus compañeros. La cabeza levantada, el toque sutil, la preferencia por la pared, la visión panorámica. De pocas palabras, de un silencio sabio y un talento superior. El maestro Arango enseñó el camino que condujo al Junior de los obreros hacia el inolvidable primer título de su historia.
El ‘Pibe’ Valderrama fue el fútbol arte en estado puro. Enciclopédico y graduado con honores en el bello mundo artístico de tocar con clase, visión y criterio la redonda. El rey del pase, y en cada zona le dio un valor: atrás, seguro y al pie, para no arriesgar. En el medio, diagonal para distraer y progresar; y en ataque, al espacio y filoso para el pase gol, su impronta.
Su velocidad era mental, la física no la confrontaba con el rival. Los códigos del juego del fútbol estaban - están- almacenados en el cerebro creativo del ‘Pibe’.
Lideró al equipo en los títulos de 1993 y 1995. Y conquistó por siempre el amor de los hinchas de Junior, quienes, además, le agradecen por estimular esa fascinante e irreemplazable sensación de alegría que produce el buen fútbol.