Se cumple un mes de la muerte violenta de la joven iraní, Mahsa Amini. Su destino estuvo sellado por la desproporcionada represión y violencia de miembros de la policía de la moralidad.

¿Cuál fue su pecado? No usar apropiadamente el Hijab. Una prenda de vestir de carácter mandatorio que ha sido impuesta por el régimen teocrático iraní desde su consolidación en el poder, tras la revolución de 1979.

Durante los años 50, 60, y 70, las mujeres iraníes no llevaban cubierto su cabello, usaban minifaldas y parecían disfrutar una vida con mayores libertades de las que sus nietas y bisnietas han podido gozar desde la revolución islámica de 1979.

La interpretación religiosa para exigir el Hijab, se fundamenta en que el cabello femenino, es objeto de deseo, por lo tanto, a través del adecuado uso del Hijab se pretende dejar visible solo la cara de la mujer y asi cumplir con parámetros de religiosidad, moralidad pública y virtuosidad.

La constitución iraní expedida tras la revolución de 1979 garantiza, al menos nominalmente, la protección de garantías para hombre y mujeres. Sin embargo, en la práctica hay algunos asuntos sensibles para el régimen teocrático iraní donde ese equilibrio se rompe. Unos ejemplos muy dicientes sobre este particular, pueden evidenciarse en los temas relacionados a la familia.

En el ámbito familiar, aplican la ley islámica y en ese sentido ya no hay tanta neutralidad para temas relacionados con el matrimonio, el divorcio, la custodia de los hijos, la violencia intrafamiliar y los derechos de herencia, entre otros asuntos.

Las mujeres iraníes están expuestas a condiciones de vulnerabilidad desproporcionada, de derechos legales desiguales, de baja representación de procesos políticos y frente a oportunidades de educación y trabajo.

El Estado de Irán no se ha unido a la Convención contra todas las formas de Discriminación contra las mujeres. Adicionalmente, Irán tiene el límite de edad (13 años) más bajo permitido en la región para que las mujeres puedan contraer matrimonio.

El mayor temor de este establecimiento teocrático y revolucionario, quien lo creyera, es una nueva revolución. Esta vez, una revolución feminista con el propósito de empoderar a las mujeres en la sociedad iraní y consolidar sus libertades y garantías fundamentales.

Ello representa una amenaza existencial para un régimen que ve precisamente en esas aspiraciones, la penetración contaminante de valores sociales propios de referentes occidentales, que controvierten las bases fundacionales de su ya desgastada legitimidad en el poder.

No sorprende por ello, que en amplias zonas del país se limita el acceso a internet durante las protestas y que tras un mes de la muerte de Mahsa Amini, se registren más de un centenar de víctimas fatales adicionales, a manos de los organismos de seguridad iraní.

Tal como lo ha expresado la activista Masih Alinejad, la caída del Hijab como prenda obligatoria para el régimen teocrático iraní, equivale a la caída del muro de Berlín en el contexto previo al colapso de la Unión Soviética. Este muro en Irán ya evidencia serias grietas.

@janielmelamed