Toda campaña presidencial tiene características particulares que marcan sus decisiones y desarrollos. La que cursa debe definir el futuro social, político y económico del país. ¿Continuará rigiendo el sistema democrático que siempre hemos tenido, aunque con imperfecciones conocidas que pronto debemos superar? ¿Qué pasará con las garantías que hasta ahora han soportado la confianza empresarial y la inversión extranjera? Son las preguntas, entre otras, que válidamente se formula y debe responder la ciudadanía porque su voto no determinará únicamente el relevo en la jefatura del Estado y del Gobierno.

La contienda mayor está entre las dos candidaturas que tienen más opción de ganar la Presidencia. Una de ellas es la de la llamada izquierda, representada en esta coyuntura por fórmula populista y autoritaria que Eduardo Lora resume diciendo: “propone soluciones elementales para problemas complejos”.

Conviene recordar, por ello, que Colombia ha sido tierra estéril para el populismo. En 200 años de vida republicana sólo hemos tenido un Gobierno de esas características que entre 1953 y 1957 tuvo como modelo el Justicialismo de Juan Domingo y Evita Perón, se apoyó en la dictadura de Rojas Pinilla, cuando en América Latina, por la guerra fría de la época, había más de 10 regímenes militares y se financió con café a dólar la libra por la guerra de Corea.

Últimamente el populismo se ha puesto a prueba en Bogotá con alcaldes que no han sido administradores serios de las cuestiones públicas y en países hermanos con resultados que nadie o muy pocos piden que nos sirvan de ejemplo.

Tenemos sólida tradición democrática, respetuosa del Estado de derecho y las reglas de juego. Somos país de leyes, partidario del pluralismo político, lo cual nos ha permitido tener gobiernos de centro, izquierda o derecha moderadas, sin ensayos extremistas, saltos al vacío ni golpes de Estado como ha ocurrido en naciones comparables a la nuestra. Tal condición la hemos conservado a pesar del fuego cruzado de varias violencias y la presencia de diferentes actores del conflicto que vivimos y del narcotráfico, tal como nos lo reconocen calificados analistas extranjeros y países vecinos. Es tan arraigada esa condición que una vez más prevalecerá nuestra vocación democrática y madurez política ante la tentación populista que la compromete y aspira a reemplazarla por modelos que por sus resultados no pueden replicarse o reproducirse.

La otra candidatura que cada día tiene más opción de triunfo es la de Federico Gutiérrez que fortalecerá y mejorará desde la Presidencia nuestra condición republicana y democrática. Las calidades de FICO, como lo llaman hasta sus no partidarios, son múltiples. Entre otras, pueden citarse sus realizaciones como alcalde de Medellín en materia de seguridad, educación y confianza empresarial, para solo citar algunas, por lo cual terminó su gestión con aprobación ciudadana del 86%.

Es candidato independiente. Nunca ha actuado en la vida pública a nombre de ningún partido. Su gobernabilidad no dependerá del peso de las llamadas maquinarias políticas. Acertó en la escogencia de su fórmula vicepresidencial. Designó al médico Rodrigo Lara Sánchez, exalcalde de Neiva e hijo del exministro Rodrigo Lara Bonilla asesinado por el narcotráfico.

Candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia de esta fórmula garantizan entonces confianza y merecen el apoyo de quienes no le podemos dar la espalda a la democracia. Somos mayoría silenciosa que gracias a la validez política de las propuestas de los candidatos que apoyamos terminará triunfando porque queremos vivir en un país en el que quepamos todos los colombianos, como tiene que ser.
*Tomado de El Tiempo