Siempre me ha costado un poco las divisiones navideñas, esas que se hacen necesarias cuando uno es divorciado, tiene padres en otras ciudades o vive lejos de los hijos.
¿Cómo realizar las combinaciones familiares, sumar tíos, primos abuelos ajenos, con otros que nunca se han visto o siquiera conocido, pero que hacen parte de las familias de nuestras parejas? ¿Cómo decidir en dónde será el 24 o el 31, quiénes asistirán (si es que pueden), cómo complacerlos a todos y además convencer a los amargados que quieren estar solos para que vengan a celebrar en “familia”?
La Navidad y el año nuevo en algún momento fueron épocas para huir, irse de viaje y negarse a cualquier evento familiar para no tener que decirle que no a un lado de la familia. Encontrarse solo un 31 de diciembre es un poco más fácil que el 24, el año cambia en cualquier parte del mundo, y muchas veces la pólvora brilla mucho más cuando solo te concentras en verla sin dar abrazos ni besos.
El 24 por su parte es imposible faltar, sobre todo cuando hay niños involucrados, desde que soy papá es una fecha que gira alrededor de mis hijas, cómo no va a ser así si este día se ilumina con la ilusión de los regalos. En más de una ocasión me disfracé de Santa. En la cena de Navidad no pueden faltar los roscones, buñuelos, panderitos y ajiaco, sí, mi Navidad es cachaca nada de pavos ni perniles.
La decoración es de mis partes favoritas, me encantan las luces, moños, guirnaldas, bolas, el brillo, que todos los rincones te recuerden que es navidad. En eso me apoya mi esposa, quien también ama tener todo decorado y tiene un sentido estético exquisito al hacerlo, pero este es un tema aparte.
Volviendo a las divisiones, quizá no me gustan en Navidad porque para mí sería fácil recibir a todo el mundo, en mi mente no tendría que haber ningún problema con unir familias lejanas y desconocidas, pero la realidad es otra, y ella termina irremediablemente con mi imaginación ilusa de una paz que solo existe en la ficción y los dibujos animados, una ilusoria en la que la razón le gana a los sentimientos.
Entonces la solución clara es abrir las puertas a todos para la celebración, así lo hacemos en mi casa, qué mejor que estar con quienes más queremos para pasar en familia, con amor y alegría, así sea solo un rato, por turnos de algunas horas, alguien pasa, saluda, intercambiamos regalos y se va, ya que en esta época las cenas nocturnas son los momentos más pedidos.
Es más fácil cuando todo el que quiera pasar a saludar lo puede hacer sin tener el compromiso de tener que quedarse, al final para la media noche, para la entrega de regalos estarán a mi lado las mujeres que más quiero en el mundo, y aquellos amigos y familiares más cercanos. No necesito más, así soy feliz, con el corazón lleno, esta es mi Navidad sin divisiones.