Hayao Miyazaki, el genio japonés de la animación, nos sorprende una vez más a sus 83 años con lo que podría ser su última obra maestra. El Niño y la Garza es un relato semiautobiográfico que rinde homenaje a la vida, la amistad y la imaginación enmarcado en otro de sus universos surrealistas que tanto lo caracterizan.
El protagonista de esta conmovedora historia es Mahito, un niño de 12 años que enfrenta la pérdida de su madre en un incendio de un hospital en Tokio durante la guerra que vivió el régimen imperial japonés en los años 40.
Los angustiantes sueños de Mahito donde la madre le implora que la salve, lo atormentan, y resultan desgarradores. Desde el comienzo la cinta sienta la premisa de la superación del dolor para poder revolver la pérdida, en medio del caos y la deshumanización del mundo.
Cuando la familia decide mudarse al campo, y mientras su padre Soichi trabaja en una fábrica de aviones, Mahito se enfrenta a una nueva situación familiar. Conoce a Natsuko, la hermana de su madre y su nueva madrastra, quien espera un hijo de Shoichi.
Al sentimiento de culpa que lo atormenta se suma esta nueva y sorpresiva dinámica familiar en la mansión de Natsuko donde siete curiosas ancianas hacen parte de la servidumbre. Por ello en el momento en que una garza gris lo visita y lo empieza a perseguir, su perspectiva cambia.
La desaparición de Natsuko lo conduce a seguir a la garza, atravesando el portal que lo llevará al refugio de la fantasía. La película incursiona entonces en un viaje de aventuras donde el bien y el mal, la razón y la locura y la vida y la muerte se entrelazan de manera fascinante.
Como todo gran artista, Miyazaki no viene con respuestas moralistas a la pregunta acerca de cómo vivir y cómo confrontar los problemas, sino que nos deja con más interrogantes y reflexiones.
El título en japonés, inspirado en el libro “¿Cómo vives?” de Genzaburo Yoshino es un detalle encantador que se entrelaza con la trama revelando su influencia significativa.
Siguiendo la tradición de su excelente producción anterior Spirited Away (2001), la animación de El Niño y la Garza fue hecha a mano y no a través de computador. La fotografía a cargo de Atsushi Okui y la música de Joe Hisaishi, complementan el aspecto narrativo resultando en esta producción que mereció el Globo de Oro en su género.