La resiliencia es algo que me ha fascinado desde que estaba en la universidad cuando me explicaron como personas que nacían en ambientes totalmente malos, familias tóxicas, disfuncionales, agresivas, pandillas, violencia, muertes, carencias de amor, sobrevivían a ese medio y lograban ser personas exitosas y de bien.

Hoy escribo del tema, porque creo que los actuales acontecimientos del país implican que el entender la resiliencia sea más urgente que nunca.

¿Por qué algunas personas y algunas compañías se hunden en los momentos de crisis?

¿Qué hace que otras solo caigan y vuelvan a levantarse con fuerza?

Hoy en día abundan las teorías sobre la naturaleza de la resiliencia. En una de ellas se descubrió que muchos de los supervivientes de los campos de concentración durante el Holocausto tenían ¡un escudo plástico!. Este escudo estaba formado por distintos factores, entre ellos está el sentido del humor. A menudo, se trataba de un humor negro, pero aún así les ayudó a tener una perspectiva crítica de la situación.
Otras características fundamentales que sirvieron de ayuda a aquellos supervivientes fueron la capacidad de formar vínculos con otros y el disponer de un espacio psicológico interior que les protegía de las intrusiones de sus maltratadores.

Otros estudios descubrieron que los niños más resilientes tienen una sorprendente habilidad para conseguir que los adultos les ayuden. Los chicos más resilientes de barrios marginales desarrollan talentos y actitudes como las deportivas, con las que consiguen atraer ese apoyo.

Muchos estudios sugieren que la resiliencia se puede aprender.

Las personas resilientes reúnen tres características:

Una profunda aceptación obstinada de la realidad, es decir, prepararnos para un reto presente con los elementos del momento, o con elementos guardados como espacios, familia, amigos, dinero, otras oportunidades, movimientos, lo que sea necesario para su propia supervivencia.

La profunda convicción de que la vida tiene un sentido (una creencia que se sustenta sobre valores muy arraigados). Aprender de las situaciones difíciles, las personas resilientes construyen conceptos a partir de su sufrimiento para lograr un sentido para sí mismos y para los demás. Capacidad y habilidad de mantenerse fuerte en condiciones de cambio y de gran estrés.

Por último, una habilidad increíble para improvisar. Construir con lo que tenemos a nuestro alcance. La capacidad para improvisar una solución para los problemas sin contar con las herramientas o los materiales apropiados, imaginando posibilidades donde otros se sienten bloqueados. Si usted debe improvisar pues improvise.

Puedes conseguir recuperarte de un revés con una o dos de estas cualidades, pero solo serás verdaderamente resiliente con las tres. La resiliencia consiste en recuperarse, no en aguantar.

La resiliencia es un acto reflejo, una forma de afrontar y entender el mundo, que está profundamente grabado en la mente y el alma de una persona. Los individuos y las compañías resilientes afrontan la realidad con firmeza, consiguen otorgar un significado a las dificultades y, en lugar de gritar desesperados, improvisan soluciones de la nada. Otras personas no. Esta es la naturaleza de la resiliencia y su gran misterio.

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