Leí en un diario: “Clima en Kiev: habrá un frío infernal con temperaturas por debajo de cero grados”. ¿Si es frío puede ser infernal? Blas Carrillo, B/quilla
Puede serlo. Esta es una de esas frases que aparenta contradicción u oposición, pero que cabe dentro de los giros normales de la lengua. Según el diccionario académico, ‘infernal’ tiene tres acepciones: “1. Perteneciente o relativo al infierno. 2. Muy malo, dañoso o perjudicial en su línea. 3. Que causa sumo disgusto o enfado”. En el ejemplo que usted leyó, al decir ‘frío infernal’ se están usando las acepciones 2 y 3 de la palabra; no la 1.
¿Es el fútbol sustituto de una batalla? Aurelio Valera, Malambo
El fútbol, en el que hay contacto físico, fogosidad y lucha, puede servir como sustituto de una batalla. Cuando los pueblos supieron que podían mostrar supremacía sin que mediara una declaración de guerra idearon las competencias deportivas. Los aficionados a un equipo de fútbol sienten que pertenecen a la misma tribu y obedecen a una conducta tribal, ancestral. Su grito en el estadio es similar al grito guerrero de las tribus indígenas en trance de combatir. Es una lucha en la que nos representan once jugadores de nuestro clan, que cuando ganan nos llenan de paz, pero que cuando pierden o van perdiendo pueden animar a los más extraviados a lanzar objetos contundentes o a invadir la cancha para embestir todo a su encuentro, o a que se den choques entre hinchadas, mediando insultos, garrotazos y patadas, como pasó hace unos días (antes y) después del partido entre México y Argentina. De todas maneras, el fútbol sirve para botar agresividad de modo sano cuando como espectadores no nos convertirnos en actores. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, hace 77 años, exceptuando los días de la “guerra fría”, las grandes potencias europeas han mantenido la paz entre ellas, aunque en la misma Europa y en el resto de Occidente ha habido (y hay) conflictos muy puntuales, étnicos o políticos. Y, aunque los naturales de los países europeos sigan con su nacionalismo a flor de piel, y, aunque muchas veces detesten a sus vecinos, han hallado un modo de rivalizar y hasta de aborrecerse sin matarse unos a otros: ¡han hallado el fútbol! Es decir, el deporte mayoritario en el mundo puede oficiar como sustituto de la guerra.
¿La moda del mendigo o de los pantalones vaqueros rotos desde los tobillos casi hasta el ombligo de dónde viene? Alberto Lamadrid, B/quilla
La lona de los bluyines, recia y gruesa, era apta para elaborar ropa de trabajo, pero desde los años 30 del siglo pasado, cuando décadas atrás Jacob Davis y Levi Strauss habían patentado con la misma tela el ‘pantalón vaquero’, la popularidad de la prenda fue arrolladora, y eso se acrecentó después de que James Dean, el rebelde por antonomasia, los usara en Rebelde sin causa. A partir de la subcultura hippie de los años 60, los bluyines han encarnado con furor la rebeldía juvenil. Y si están rotos la encarnan aún más.