¿En el juego de la bolitauñita qué era la dufla? JGA, B/quilla

La bolitauñita es un juego con bolitas de vidrio que se golpean con las uñas, que tiene distintas variantes y, quizá, más reglas que el béisbol. Antes se jugaba mucho más, pues en los patios de hogares y colegios había más arena, tal como en un escrito reciente lo evoca el periodista atlanticense Walter Pimienta, quien, con suma nostalgia y fervor, habla de la bolitauñita de su infancia y describe cuánto le deparó el juego a él y a sus amigos. Era lo menos que podía suceder en una época en que en Barranquilla ni siquiera había televisión. La dufla, que es una pifia, es una regla del juego que puede anularse previo acuerdo, y consiste en la caída infortunada en el hoyo, por carambola, de la bolita que acaba de golpear a una contraria.

La poesía, por ser estética, no se conecta con lo político ni con lo social, por lo tanto, es irrelevante. ¿Cuál es, entonces, su misterio? ‘Azorín’, B/quilla

La poesía es relevante porque se ajusta a los escenarios de la realidad, pero tiene la obligación de entregar placer a quien la lee. La poesía es placer y no sufrimiento. Así como en la música una pieza triste produce sensaciones complacientes, también las produce la lectura de un poema en el que se lamenta un infortunio. Eso es así porque tanto en música como en poesía el oyente o el lector se recrea con el carácter impredecible de la obra, con sus contenidos sugestivos que pugnan por aflorar, con la melodía, con el ritmo, con el encabalgamiento, con la rima, con los diálogos musicales… El poeta estadounidense Wallace Steven (1878-1955) dijo que “la nobleza de la poesía consiste en ser una violencia procedente de nuestro interior que nos protege de la violencia procedente del exterior, que es la imaginación que lucha contra la presión de la realidad cotidiana, que el poeta crea un mundo propio al que recurre incesantemente, a veces incluso de manera inconsciente, dando vida a una especie de ficción suprema”. Añado: esa respuesta al dolor o a la alegría, ese mundo propio, esa “ficción suprema” tienen un efecto tónico en nuestras almas. Esto es, la poesía no tiene ni un ápice de irrelevancia.

Me dijeron que mi disfraz tenía muchos perendengues… Carla Solar, B/quilla

‘Perendengue’ es un adorno llamativo y estrafalario, de plástico o de otro oropel. Viene del latín pĕndēre ‘estar colgado’ y de ‘dengue’, voz de creación expresiva para referirse a aretes extravagantes y baratos. Existe una figura retórica llamada ‘metátesis’, que es el cambio de lugar de un sonido dentro de una palabra: naide por nadie, areopuerto por aeropuerto. Entonces, aunque luzca aventurado decirlo, es probable que la palabra haya sido en principio ‘pendedengue’, es decir, ‘penden los aretes’; que luego el habla popular, con su autoridad, haya trocado la segunda ‘d’ por ‘r’ y quedara ‘penderengue’, y que más tarde, por metátesis, esa misma habla popular la haya transformado en ‘perendengue’.

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