¿Por qué se le dice cachón al hombre cuya pareja le es infiel? Roberto Silvera, B/quilla

A este asunto se vuelve una y otra vez por la tragicomedia que trasluce, por los correveidiles que activa. Hay muchas versiones sobre su origen: que Mercurio se transformó en un macho cabrío, animal con cachos, para seducir a Penélope burlando a Ulises. Que Pasifae se prendó y copuló con el hermoso toro astado que Poseidón le había regalado a Minos, su marido. Que en sus dominios, jefes vikingos, señores feudales y nobles británicos se reservaban el ‘derecho de pernada’ o potestad para yacer sin compromisos con la esposa del vasallo en su noche de bodas, y que, para que no molestaran y sí se comentara la ventura que tal acción procuraba a la familia recién instituida, se guindaba en la puerta el casco con cuernos del amante efímero o una cornamenta de ciervo. En su Lexicón del Valle de Upar, dice Consuelo Araujonoguera: “Con esta voz ocurre un fenómeno muy curioso: el femenino ‘cachona’, que debería significar lo mismo que ‘cachón’, pero referido a la mujer, tiene por antífrasis [oposición] un sentido contrario por cuanto designa a la mujer que comete las infidelidades y no a la que las padece”.

¿De dónde surge la palabra ñoña para referirse a una herida? Rodolfo Gómez Peralta, Medellín

Existe el término médico ‘noma’ referido a una gangrena en la cara y en las mucosas de la boca de niños menores, malnutridos, con enfermedades infecciosas y en escenarios antihigiénicos. En Colombia y en otros países del área, ‘noma’ pasó a ‘ñoma’ con un sentido muy similar: llaga, herida o úlcera crónica y purulenta, y así lo registran el Diccionario de antioqueñismos, de Julio C. Uribe, y dos de colombianismos: el de Alario Di Filippo y el de Julio Tobón B. Este último fue el que quizá asentó por primera vez la palabra ‘ñoña’ como sinónima de ‘ñoma’. El paso de ‘noma’ a ‘ñoma’ y luego a ‘ñoña’ lo facilitó la nasalidad de la ‘m’ y de la ‘ñ’.

Se sigue repitiendo que hoy la gente lee menos. Hace un tiempo usted se refirió a eso. Olga Teresa Lang, San Juan, P. R.

La frase “hoy la gente lee menos” es un lugar común, es decir, un estereotipo, es decir, una idea que se repite tanto que queda fijada. El editor Benjamín Villegas, en un reportaje que en septiembre del 2013 le hice para la revista Latitud, de EL HERALDO, dijo que “hoy la gente lee más, lo que pasa es que lee menos libros”. Hoy, las personas necesitan estar más informadas o les bastan entretenciones más fugaces, y por eso leen revistas o periódicos o los subtítulos de las películas en cines o en televisión, o lo hacen en sus teléfonos inteligentes o en internet, todo lo cual, sin duda, es una manera de leer, aunque, por las ocupaciones y la consecuente falta de tiempo y, sobre todo, de hábito, no se conceden el placer de la lectura de libros. La conclusión de Villegas fue: “El cúmulo de información que circula hace que de seguido estemos leyendo, tristemente no libros y no buena literatura”.

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