Desde Colombia y muchos lugares del mundo, son cada vez más difundidas fotografías de diferentes especies de aves que con sus formas, colores, texturas y demás, deleitan el ojo humano, haciendo placentera la navegación por el mundo de las redes sociales, de manera especial en estos tiempos, en los que la intolerancia y la falta de respeto abunda en dichos medios.
Para los que de una u otra forma, estamos en ese difícil y caótico mundo de los pronósticos del tiempo, resulta muy interesante traer a colación las aves migratorias como un indicador determinante en los cambios en viento, visibilidad, humedad y otros elementos del clima.
En días pasados, el boletín de científicos atómicos publicó un atrayente artículo en el que advierte que las migraciones anuales de aves desde latitudes medias y altas de América del Norte, hacia las zonas tropicales, es de miles de millones. No obstante, esas inmensas cualidades que tienen las aves para detectar posibles cambios en las condiciones meteorológicas, no escapan a situaciones de tiempo adverso especialmente cuando viajan por largas horas sobre el agua.
Bajo esas circunstancias, se afirma que sobre el golfo de México siendo el área analizada, se ha estimado con base en datos de radares meteorológicos, que aproximadamente 4.000 millones de aves migratorias pasan por allí cada año. En los análisis realizados se constata que de las aves que migran desde el norte hacia los trópicos en otoño, solamente el 76% regresa en primavera a su lugar de “origen”.
Ese 24% “faltante” es atribuido a la temporada de ciclones tropicales en el Atlántico, lo cual suele ser un factor determinante para la pérdida masiva de aves. La tendencia a una mayor frecuencia de huracanes intensos, es una amenaza latente para especies y poblaciones de aves migratorias.
Interesantes resultados en los que se ve reflejado, entre otros, el potencial de los radares meteorológicos para detectar no sólo aspectos ligados a las condiciones de tiempo. Se demuestra con ello, la gran variedad de aplicaciones e información con buen nivel de certidumbre que surgen de los sensores remotos.
Recordemos que nuestro país cuenta con 9 radares meteorológicos, pero infortunadamente carecemos de capacidades a nivel de personal para sacarle todo el provecho posible. Así mismo, existen dificultades a nivel de recursos para su sostenimiento y más aún para una posible ampliación de la red de radares existente, bajo una coordinación interinstitucional que redunde en alertas tempranas más eficientes y oportunas.
A partir de los datos de radar, se puede estimar con un alto margen de certidumbre las cantidades de precipitación que cayeron en una determinada cuenca y las que podrían caer en un lapso de 10-20-30 minutos y eventualmente un poco más; información que sería clave para alertar de manera oportuna especialmente en temporadas de lluvia. A su vez, una operación continua, generaría series de datos de varios años, con los cuales se podría aportar de manera definitiva a los estudios de variabilidad climática y cambio climático. Aunque no dudo, muchos sentimos que están siendo subutilizados, existe también una sensación de que además de los recursos, faltan ideas y gestión para avanzar.