Argentina produjo gran cantidad de boxeadores, pero sólo uno de ellos, Carlos Monzón; no solo alcanzó el título mundial de peso pesado, sino que lo consideraban imbatible en la división de las 160 libras.

Monzón era boxeador y a la vez presidiario, peleaba a la hora que fuera, ya fuera en un estadio o fuera de este.

Estaba fuera de división, y los pocos boxeadores en la misma división de él, no querían oír hablar de Monzón porque sabían que estaba fuera de concurso.

Los contendores del argentino no valían ante él un maravedí (moneda que no vale un carajo), el único que le hizo frente por un rato largo fue Emile Griffith, pero de todas maneras Monzón era muy superior a sus adversarios.

Monzón y su manejador no tenían contendores, pero él tampoco por su parte quería invadir la división de los semipesados, porque allí iba a encontrar gente que le hacía frente y lo despachaba.

El mejor contendor de Carlos Monzón fue Rodrigo Valdez en dos ocasiones, la primera fue en el estadio Luna Park y si Monzón no pudo noquear a Valdez en su propio medio, no es verdad que noquearía a otro en cualquier parte del mundo.

Monzón estaba asociado al delito, no tenía inconveniente en estrangular a un ciudadano cualquiera, pero eso sí, peleaba con cualquiera en cualquier parte

No se puede saber a estas alturas, que pasaba con Rodrigo Valdez, el hombre que le habría puesto las peras a cuarto a Monzón. Este quería que Valdez viniera a Buenos Aires y en cambio Valdez no reclamaba sede colombiana, sino una plaza neutral, que estaba de sobra señalada la ciudad de Nueva York.

Todo lo que se diga entre Monzón y Valdez son conjeturas a la buena de Dios.