El deporte del béisbol tiene justificada fama de ser el más completo de los deportes de conjunto que se conocen en el mundo de estas especialidades.

Bastó que esta pluma deportiva dijera hace muchos años que en materia de reglamentación escrita el del béisbol parecía una Biblia en tanto que el reglamento del fútbol era algo así, en materia de volumen, de páginas como el catecismo del padre Astete.

No lo afirmamos porque no podemos hacerlo, pero esta crítica nuestra en las páginas del extinto diario La Prensa -de grata recordación entre los barranquilleros- caminó internacionalmente. Es por ello que cometemos el supuesto abuso de observar que el reglamento futbolero es hoy tan voluminoso como el que asiste al béisbol.

Ahora, que sí todo ha sido una feliz coincidencia, mil perdones por lo que supuestamente hemos cometido, de nuestra parte queda retirada nuestras lejanas palabras y en tal circunstancia no hemos dicho absolutamente nada.

Pero apartando todo lo que hemos dicho, tenemos hoy el melancólico evento del Campeonato Profesional de este año, al que asiste hasta ahora una pobre concurrencia de aficionados. ¿Con motivo de que esta situación? ¿A qué atribuirla en una ciudad beisbolera desde hace más de 90 años y profesionalmente poco más de la mitad de esa cifra?

Para muchos la responsabilidad de este fiasco está localizada entre el grupo de dirigentillos como los que tiene el béisbol sub-23, que saturo el medio ambiente en las vecindades mismas de un torneo internacional para aprovecharse de una inauguración de un espléndido estadio y “que salga el sol por Antequera”, para decirlo con una frase antiquísima en nuestro medio barranquillero.

Además, hay que admitir que el béisbol ha sido en nuestro medio poco menos que un pobre de solemnidad por parte de los periodistas deportivos, cuyas preferencias tipográficas y radiales, han girado siempre alrededor del querido fútbol.

Después de todo este campeonato profesional de béisbol está apenas balbuceante y por esto alimentamos la esperanza de una perentoria rectificación de los fanáticos a quienes no les ha servido del todo un bellísimo y confortable estadio para el rey de los deportes, la frase que más parece una picadura de serpiente harto venenosa ocurrida en “sal de sea la parte”.

Barranquilla tiene que recuperar su título de ‘ciudad más deportiva de Colombia’. Aunque a la vista está que hoy por hoy que ese ‘titulacho’ ha de costar esfuerzos denodados por parte de nuestra querida afición.

La afición beisbolera tiene la palabra.