En torno al lamentable caso de la médica de veinticinco años que recientemente decidió quitarse la vida, impulsada por el maltrato y el agotamiento que le significó ser residente de cirugía general de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá), Carlos Gómez Restrepo, decano de la Facultad de Medicina de la renombrada institución, aseguró en una entrevista radial que «el maltrato es un tema de percepción». Si este médico especializado en Psiquiatría tuviera razón, los derechos humanos no serían más que un ridículo universal.

No hace sentido que una persona que se atreva a transitar los difíciles caminos de la medicina, soñando con prepararse a pulso para brindar bienestar e incluso salvar vidas, tenga que soportar los vejámenes propios de una educación obsoleta que responde a aquel modelo de antaño cuyo lema macabro era “la letra con sangre entra”. Los residentes médicos de Colombia no pueden seguir siendo tratados como si su dignidad no significara nada, mientras sus superiores se escudan en el cobarde argumento de que la rigidez descomunal con que son tratados es la única o la mejor vía que existe para forjar el carácter.

Tras la muerte de la residente —que, como una triste paradoja, a puño y letra dejó escrito un mensaje de aliento a sus compañeros del Hospital Universitario San Ignacio—, han sido múltiples las denuncias hechas por otros residentes, no solo de esa universidad, sino también de otras instituciones de Colombia, donde el número de horas de trabajo excede los parámetros normales, hay escasa libertad para llevar a cabo sus responsabilidades, y cargas excesivas de trabajo ante un altísimo número de pacientes que a diario deben ser atendidos.

«A todos los residentes, gracias, de cada uno me llevo muchas enseñanzas. Siempre los llevaré en mi corazón. ¡Ustedes sí pueden! Ánimo», escribió la doctora Catalina Gutiérrez Zuluaga en el que puede entenderse como un último acto de altruismo, de generosidad, de humanidad. Aunque no de forma explícita, es tan inevitable como doloroso leer lo que dijo en el fondo de toda esa neblina que hubo de empañar sus últimos días de vida: “Yo no pude”.

«La historia nos enseña que los hombres disfrutan más castigando que aceptando, hiriendo que aliviando los dolores de los otros, acusando que comprendiendo…, y más si tienen poder», dice Padura en Herejes. El sueño de ser médico no le puede costar la vida a ningún ser humano. El camino hacia la excelencia médica no tiene que ser un asunto de sufrimiento, así como el maltrato no es un tema de percepción.

@catalinarojano