En sus doce siglos de historia, la lengua española ha tenido significativas transformaciones, todas enmarcadas en un mismo enfoque: comunicar. Si de eso se trata el lenguaje, entonces ¿por qué necesitamos emplear arrobas (@) para hacer comprensible una idea? La @ no es la solución. Muchos creen que el masculino genérico ejerce la función de invisibilizar a las mujeres en todo contexto. Si ello fuera así, yo no escribiría ni una sola ‘o’ en este texto, pues necesitaría colmar la columna de puras aes para reafirmar la omnipresencia del femenino en cuanto mensaje saliera de mis manos o de mi boca.
Que el masculino sea el género no marcado y, por ende, el predominante en el habla española no redunda en que cada vez que alguien diga algo empleando dicha forma gramatical esté excluyendo a la mujer. La tesis de quienes afirman que aquello que no se nombra no existe es un intento de echarle la culpa a lo que no la tiene. No es la lengua per se la que determina cómo es una sociedad. Asuntos como la discriminación de género están mucho más allá de qué vocal, consonante o símbolo empleamos para denominar a algo o a alguien.
La participación normalizada de las mujeres en la sociedad ya es casi una pelea ganada. Repensar a la mujer como hacedora y transformadora de realidades es un primer paso para poner el foco en lo que nos define como lo que somos en esencia: personas. Y al decir esto último, también incluyo a quienes se autodenominan ‘persones’. Si todos (no ‘todes’) estuviéramos de acuerdo con que los signos lingüísticos no son los rectores de la realidad, tal vez comprenderíamos que, como lo explica Ferdinand de Saussure en su Curso de lingüística general, una cosa es el significante y otra, muy distinta, el significado.
El uso del lenguaje inclusivo, que promueve la eliminación abrupta de la ‘o’ en toda expresión en que debiera estar, implica la creación de reglas claras y bien argumentadas. A lo mejor, hacia finales de este siglo ya existan nuevas incorporaciones en el Diccionario de la lengua española, y nuevas normas gramaticales que incluyan al femenino, al masculino y a todos los géneros que en los últimos años han surgido… más los que, con seguridad, seguirán apareciendo. Sea lo que sea, no dejemos que la lengua se convierta en un bumerán que mañana nos golpee en la frente.